La contaminación multiplica el riesgo de depresión en gente sana
► Un estudio encuentra un vínculo clave entre la polución y la predisposición genética a sufrir la enfermedad
Por si no había motivos suficientes para luchar contra el cambio climático, en plena celebración de la COP26 en Glasgow, un estudio publicado en la revista ‘PNAS’ afirma que la contaminación del aire no solo afecta al planeta, también lo hace al funcionamiento de nuestro cerebro. La investigación ha revelado que la contaminación del aire con alto contenido de partículas combinada en personas con una predisposición genética a la depresión incrementa el riesgo de sufrir esta enfermedad para estos individuos, aunque estén totalmente sanos.
Daniel R. Weinberger, del Instituto Lieber para el Desarrollo del Cerebro de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.) y coautor del estudio, explica las conclusiones de la investigación: «Los efectos sobre la responsabilidad por la depresión pueden ser solo la punta del iceberg en lo que respecta a la salud del cerebro. El principal desafío de la medicina actual es una comprensión más profunda de cómo los genes y el medio ambiente interactúan entre sí», apunta.
La investigación, en la que también han intervenido estudiosos de la Universidad de Pekín (China), relaciona datos científicos sobre contaminación del aire, neuroimagen, expresión de genes cerebrales y datos adicionales recopilados de un consorcio genético internacional de más de 40 países.
«El mensaje clave de este estudio, todavía inédito, es que la contaminación del aire está afectando importantes circuitos cognitivos y emocionales del cerebro al cambiar la expresión de los genes que conducen a la depresión», explica Hao Yang Tan, que dirigió la investigación en colaboración con la Universidad china.
Dos factores
«Cada vez habrá más personas que viven en zonas muy contaminadas que podrán deprimirse porque sus genes y la contaminación en su entorno, al interactuar, aumentan los efectos individuales de cada uno», añade.
Todas las personas tienen cierta propensión a desarrollar depresión, dicen los investigadores, pero algunas tienen un mayor riesgo escrito en sus genes. Esta predisposición no significa que una persona desarrollará la enfermedad de salud mental; sí incrementa su riesgo por encima de la media de la población. Ahora, esta nueva investigación muestra que es mucho más probable que la depresión se desarrolle en humanos, actualmente sanos, pero portadores de genes clave y que viven en entornos con altos niveles de partículas en el aire.
«Nuestros resultados son los primeros en mostrar un vínculo neurológico directo entre la polución y cómo funciona el cerebro en el procesamiento de información emocional y cognitiva y en riesgo de depresión», señala Zhi Li, autor principal del estudio. «Lo más intrigante es que los dos factores están ligados de tal manera que tienen un efecto multiplicador sobre el riesgo de depresión. Es decir, juntos, los genes de riesgo y el aire contaminado aumentan el riesgo de depresión mucho más que cualquiera de los factores de forma aislada», añade.
Los circuitos cerebrales involucrados en los efectos del riesgo genético y la contaminación del aire controlan
La polución, sumada a la predisposición genética, afecta a importantes circuitos cognitivos y emocionales del cerebro
una amplia gama de funciones importantes de razonamiento, resolución de problemas así como emocionales, lo que sugiere efectos cerebrales potencialmente generalizados de la contaminación del aire.
Implicaciones
El estudio reclutó a 352 adultos sanos que viven en Pekín, una ciudad con niveles diarios de contaminación muy elevados. Los participantes se sometieron a un genotipado a partir del cual los investigadores calcularon la puntuación de riesgo de depresión poligénica de cada persona: la probabilidad matemática de que una persona sufra depresión basándose únicamente en los genes.
Según los autores de este trabajo, sus datos tienen implicaciones relevantes para los responsables políticos de todo el mundo. El papel de la contaminación del aire en el cerebro ya no es una cuestión de conjeturas: «Armados con este conocimiento, los líderes y los responsables de salud pública tienen evidencia de que los controles sobre la contaminación conducirán a una mejor función cognitiva y menores tasas de depresión, especialmente en áreas urbanas densamente pobladas», concluye Tan. Así que toca actuar para contener el factor manejable.