Dostoyevski: un escritor de su tiempo... y del nuestro
Cuando se cumplen 200 años de su nacimiento y 140 de su muerte, el escritor ruso permanece vigente. Su obra es contemporánea.
Si para Borges descubrir a Dostoyevski equivale a ver por primera vez el mar y, según Nabokov, supone la invitación a un deicidio, hay razones de sobra para meter los dedos en su biografía como él hundió los suyos en el alma humana. El novelista ruso no conoció el siglo XX, pero lo describió anticipadamente: la culpa, el castigo, la soledad, la pobreza, la redención... Todas y cada una de las angustias del hombre contemporáneo ya crepitaban en las criaturas que habitan su prosa.
Fiódor Dostoyevski nació el 11 de noviembre de 1821 y murió el 9 de febrero de 1881, hace 140 años. Con apenas veinte mostró su talento en ‘Pobres gentes’, así como en ‘Humillados y ofendidos’. De su vida intensa y accidentada surgió una obra contundente que se despliega desde ‘Apuntes de la Casa Muerta’, texto que refleja sus años de destierro y prisión en el penal siberiano de Omsk, hasta ‘Los hermanos Karamazov’, su última novela.
Fiódor, el joven
Cuando se cumplen dos siglos de su nacimiento, los editores recuperan obras esenciales del escritor ruso, desde sus diarios hasta los libros que publicó tras diez años de condena y exilio, títulos que preceden a ‘Crimen y castigo’, ‘El jugador’, ‘El adolescente’ o ‘Los demonios’. Con ocasión del doble aniversario, Galaxia Gutenberg publica en este 2021 el segundo tomo de las obras completas del ruso, y Acantilado edita ‘El universo de Dostoievski’, un ensayo de la eslavista Tamara Djermanovic.
Segundo en una familia de siete hijos, Fiódor Mijáilovich Dostoyevski nació en el Hospital de los Pobres de Moscú, donde su padre, Mijaíl Andréievich, trabajaba como médico. Mijaíl, cuyo talante autoritario ha sido abordado por distintos biógrafos y al que incluso se le atribuye haber obligado a su hijo a matricularse en la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo, se convierte en uno de los temas que la investigadora Tamara Djermanovic relativiza en ‘El universo de Dostoievski’.
En este ensayo, Djermanovic pone en tela de juicio que Dostoyevski reflejara a su padre como un maltratador. También cuestiona la teoría de Freud, quien atribuyó la pésima relación entre padre e hijo a un complejo de Edipo que pudo dar origen a su epilepsia, una afección que Dostoyevski comenzó a padecer a los 18 años y reflejó en su obra a través de personajes como el príncipe Myshkin de ‘El idiota’, Kirillov, en ‘Los demonios’ o el Smerdiakov de ‘Los hermanos Karamázov’. «Desde mi punto de vista esa teoría es totalmente falsa», dice Djermanovic a ABC refiriéndose al texto ‘Dostoyevski y el parricidio’, que Freud publicó en 1928.
Dostoyevski creció durante el mandato de Nicolás I. Tenía solo 4 años al estallar la revuelta decembrista de 1825, en San Petersburgo, cuando un grupo de oficiales intentó derrocar al zar. El fracaso los convirtió en víctimas de una feroz represión: muchos fueron ejecutados y otros deportados a Siberia. La condena a aquellos liberales supuso una impronta para Dostoyevski, quien ya había sentado las bases de su vocación literaria con la lectura de Schiller, Walter Scott, Victor Hugo, Balzac y George Sand, además de autores rusos como Nikolái Karamzin, Gógol o Pushkin.
Los primeros libros del escritor ruso están marcados por la experiencia vital de aquellos días. «Tras la muerte de su madre, la sombra del carácter paterno, irritable y nervioso –que Dostoyevski heredó en gran parte–, le propició un desgarro íntimo cada vez más pronunciado. Esto determinó el prototipo de sus personajes literarios: seres humanos contradictorios, inseguros, atormentados, capaces de inclinarse hacia el cielo más elevado y hacia el infierno más profundo», escribe Djermanovic sobre los convulsos episodios históricos y personales que el escritor asimiló como parte de su escritura.
con ‘Pobres gentes’ (1846), la primera novela que escribe a sus 24 años, consigue un notable éxito y en gran parte es por haber retratado la vida de lo que se encuentra detrás del brillo imperial de San Petersburgo: miseria, violencia, podredumbre. No obstante, ‘también en estas casas se habla de Homero’, expone, para apuntar que la naciente intelectualidad rusa tiene dificultad material para abrirse camino, como a él mismo le pasaba», explica Tamara Djermanovic.
«Dostoyevski nunca dejó de ser un escritor, ni siquiera en la cárcel, el destierro o el ejército», asegura Ricardo San Vicente, ensayista, profesor de literatura rusa, traductor de Tolstói, Zóschenko, Shalámov y Svetlana Alexievich, así como responsable de las ‘Obras completas’ de Dostoyevski publicadas por Galaxia Gutenberg, una recuperación de la edición que coordinó Augusto Vidal en los años sesenta para Argos Vergara, y en la que Vidal dirigió un equipo de traductores formados en la URSS tras la Guerra Civil.
Al terminar sus estudios de ingeniería en 1843, y después de adquirir el grado militar de subteniente, Dostoyevski se incorporó a la Dirección General de Ingenieros en San Petersburgo. En esos años conoce a Honoré de Balzac y se dedica a la traducción para saldar deudas de juego. Tras dejar el ejército, se enfrasca en la escritura de ‘Pobres gentes’ y se une al Círculo Petrashevski, grupo intelectual acusado de conspirar contra el zar Nicolás I. Su pertenencia a esta tertulia le vale el destierro a Siberia, así como una condena a muerte, que finalmente le fue conmutada.
«La prisión representa un giro copernicano en la manera que tiene Dostoyevski de entender el mundo. Es un escritor que se sitúa a la izquierda, que participa en reuniones en la que se especula sobre la eliminación del zar. La cárcel, la alimentación, el trabajo físico o el maltrato lo unen ínti«Ya mamente al hombre común. Tiene un contacto estrecho con la realidad que no tuvieron Tolstói ni Gógol, ni ninguno de los escritores de la época. Hasta Chéjov no hay ningún escritor así. Son señores con sus siervos. A Dostoyevski le rapan la cabeza, le ponen grilletes y lo mandan al destierro, andando, desde San Petersburgo hasta Siberia», explica San Vicente.
En su experiencia previa al destierro y los años como soldado raso en Kazajistán, Dostoyevski reivindicó la condición humana de una serie de seres maltratados por la sociedad. De ahí en adelante, elaboró una concepción concentrada de la experiencia moral humana, tal y como escribió el propio autor en los diarios que Páginas de Espuma publica esta semana: «He vivido en prisiones, entre muchos delincuentes, auténticos delincuentes. Fue una larga escuela . Ni un solo delincuente dejaba de considerarse a si mismo culpable».
El pecado
A lo largo de toda su obra, Fiódor Dostoyevski se plantea el problema del pecado. La relación entre la culpa y la pregunta acerca de hasta qué punto una persona es responsable de lo que realmente ocurre es una cuestión que aparece en ‘Los hermanos Karamazov’, ‘El jugador’ o ‘Crimen y castigo’. «Dostoyevski plantea a lo largo de toda su obra cómo el delito lleva al arrepentimiento y cómo el dolor nos permite acceder a una verdad que hasta entonces ignorábamos. Hay que pensar en el peso del delito en la sociedad rusa, que se daba con frecuencia en ese periodo de industrialización y pauperización del campesino que accede a la ciudad. Por eso él es el primer escritor cercano al hombre corriente. Es un autor muy social incluso en esa época», afirma Ricardo San Vicente sobre ese humanismo trágico que caracteriza la obra del ruso, uno de los más grandes autores del siglo XIX.
«Dostoyevski nos atormenta y consuela, considera que si somos capaces de luchar por el bien, estamos salvados »
«Nunca dejó de ser un escritor, ni siquiera en la cárcel, el destierro en Siberia o el ejército», según Ricardo San Vicente