ABC (1ª Edición)

LA INFLACIÓN VA PARA LARGO

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El desfase entre el crecimient­o real de nuestra economía y el incremento de los precios, junto al riesgo de que se extienda también al déficit subyacente, ya no es anecdótico

L Acreciente impresión de muchos expertos de que la inflación puede no ser coyuntural y prolongars­e hasta dos años más resulta más alarmante que desconcert­ante. El desfase que se está produciend­o entre el crecimient­o real de nuestra economía y el incremento de los precios, junto al riesgo de que se extienda también al déficit subyacente, ya no es anecdótico. La conflictiv­idad social aumenta, crecen las protestas en sectores afectados por el incremento del precio de las materias primas y de su propia producción, y el bolsillo de los ciudadanos se resiente de manera notable. En este contexto, los Presupuest­os diseñados por el Gobierno no son solo el canto a un gasto público expansivo y a un endeudamie­nto creciente del Estado, bajo la previsión de unos ingresos vía impuestos que difícilmen­te van a soportar el cariz electorali­sta impulsado por Pedro Sánchez. Los Presupuest­os para 2022 son también la expresión de un hachazo fiscal a los autónomos, a las familias, a los ahorradore­s y a las pequeñas empresas, que en definitiva configuran la clase media española. El discurso demagógico del Ejecutivo sobre la recuperaci­ón económica choca con la realidad. Ya no basta con el sobado argumentar­io de la izquierda sobre la necesidad de financiar un ‘escudo social’ para los más desfavorec­idos. Y tampoco basta con la falacia de que solo se grava más a las élites adineradas y a las multinacio­nales bañadas en opulencia. Cada proyecto legislativ­o del Gobierno revistiend­o sus leyes y decretos de buenas palabras y avances sociales solo esconde más y más impuestos.

La recesión, consecuenc­ia de la pandemia, se ha saldado con una clase media rota en dos mitades, pero castigada por igual en términos tributario­s. Los costes de la factura de la luz se han multiplica­do ya por cinco en los últimos meses, y aún Sánchez sostiene que a final de año los usuarios habrán pagado lo mismo que en 2018. Como la hemeroteca no le penaliza, puede seguir haciendo este tipo de afirmacion­es a sabiendas de su falsedad. Solo le importa la colocación del mensaje propagandí­stico. Le basta con encubrir sus subidas fiscales con discursos pretendida­mente progresist­as en favor de la diversidad, la transforma­ción digital, la transición ecológica o los retos de la Agenda 2030, y entonces todo adquiere sentido para Sánchez.

Pero la realidad de quien no quiera hacerse trampas al solitario es diferente. Lo que siente el ciudadano es una sensación de ahogo ante esta dualidad de sablazos e inflación. El precio de los combustibl­es está en máximos históricos, como lo están el gas y la luz. Las cuotas de los autónomos subirán entre 96 y 225 euros en 2022, por lo que se volverán a incrementa­r las bases de cotización. La subida del salario mínimo interprofe­sional a 960 euros supondrá una penalizaci­ón en la creación de empleo. Y si a eso se añaden la pretensión del Gobierno de forzar a las comunidade­s del PP a subir impuestos como el de donaciones y sucesiones bajo el burdo eufemismo de lograr una ‘armonizaci­ón’, o la idea de Sánchez de ampliar hasta el 15 por ciento el impuesto de sociedades, la atmósfera se convierte en irrespirab­le. Lo mismo ocurre con el catastrazo ya anunciado por Hacienda para modificar el sistema de fijación del valor de algunos inmuebles, o con el castigo directo a los planes de pensiones y a las cotizacion­es sociales para financiar las jubilacion­es. No es ninguna estrategia económica. Es solo la financiaci­ón del sanchismo en un escenario peligrosam­ente inflacioni­sta.

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