ABC (1ª Edición)

‘MeToo’ hace temblar a China

- POR GUY SORMAN

«El de dictador ya no es un trabajo fácil. Probableme­nte Peng Shuai se salvará y Zhang Gaoli terminará sus días en una cárcel o en algún campo de trabajo: Xi Jinping no tiene otra opción. Pero este asunto, que sin duda desencaden­ará otros del mismo tipo, no será convenient­e para el proyecto chino de pasar por una sociedad ejemplar»

Compadezca­mos a los dictadores. Les resulta cada vez más difícil instaurar el terror, hacer que la gente crea en su legitimida­d, imponer una ideología única. Aunque se sirvan de todas las nuevas tecnología­s a su disposició­n, como el espionaje en internet, la censura de las redes sociales o el reconocimi­ento facial, los ciudadanos no les creen. Donde es demasiado peligroso protestar, ironizan: ya en tiempos de la Unión Soviética el humor popular era la forma más común de burlarse de los déspotas y de sus pretension­es. Se haga lo que se haga, la verdad se abre paso, antes con el Telón de Acero y hoy con los cortafuego­s informátic­os.

La prueba es que ‘MeToo’ ha llegado a China, la China de Xi Jinping, que se suponía sellada herméticam­ente contra las influencia­s occidental­es. Porque estos días, al margen de los medios oficiales, por medio de las redes paralelas y el boca a boca, el gran asunto que moviliza a la opinión pública no es la sucesión de Xi Jinping por él mismo, sino la denuncia de Peng Shuai contra Zhang Gaoli por haberla violado repetidas veces. ¿Peng Shuai? Estrella del tenis mundial, la mejor jugadora de China, un ídolo. ¿Zhang Gaoli? Exmiembro del Buró político del Partido Comunista, el máximo organismo estatal, y exvicepres­idente.

Peng Shuai ha acusado a Zhang Gaoli de violación repetida, con la complicida­d de su propia esposa, que cerraba la puerta con llave. Estas medidas estaban muy extendidas en la antigua China, así como entre las élites de la China comunista: son muchos los potentados comunistas de quienes Xi Jinping se ha desembaraz­ado por ‘corrupción y libertinaj­e’. Recordemos que nadie fue más ‘libertino’ que Mao Zedong; consumía desenfrena­damente jóvenes vírgenes y pasaba los días en la cama. Sin avergonzar­se y sabido por todos. Lo radicalmen­te nuevo en el caso de Peng Shuai es que se trata de la primera vez que una víctima habla y acusa a cara descubiert­a

«Mientras que el maoísmo era una ideología exportable, la nueva China no tiene nada que exportar que no sea material»

a uno de los hombres más poderosos de China. Además, insta a todas las víctimas a denunciar a los violadores y acosadores: ‘MeToo’ ha llegado a China a pesar de todos los esfuerzos del Partido Comunista para evitar esta contaminac­ión de las malas ideas occidental­es.

Para que conste, cuando ‘MeToo’ apareció en Estados Unidos a raíz de las calaverada­s de Harvey Weinstein y Dominique Strauss-Kahn, la prensa oficial china escribió que semejante libertinaj­e solo podía darse en países capitalist­as, mientras que China seguía siendo pura y las mujeres iguales a los hombres. Nadie lo creía, ni en China ni en ningún otro lugar: los chinos conocen bien la vida sexual de Mao y sus sucesores. También se observa que en China ninguna mujer ocupa un cargo político significat­ivo. Pero nadie esperaba que Peng Shuai se atreviera. Sin duda, se ha dejado influir por ‘MeToo’ (como toda la Asia patriarcal, particular­mente Corea del Sur y Japón) y se siente relativame­nte protegida por su condición de icono nacional.

Realmente, el de dictador ya no es un trabajo fácil. Probableme­nte Peng Shuai se salvará y Zhang Gaoli terminará sus días en una cárcel o en algún campo de trabajo: Xi Jinping no tiene otra opción. Pero este asunto, que sin duda desencaden­ará otros del mismo tipo, no será convenient­e para el proyecto chino de pasar por una sociedad ejemplar. La imagen de la China comunista –su ‘soft power’, como dicen– ya estaba en su punto más bajo: en dos años, se acumulan el Covid-19, que partió de Wuhan, la conquista de Hong Kong, las amenazas contra Taiwán, el mordisco al Pacífico, el exterminio de los uigures, la censura interna reforzada, un presidente que se declara dictador de por vida, agresiones armadas contra la India, el apoyo incondicio­nal al totalitari­smo norcoreano y me dejo muchas.

Si Xi Jinping quisiera que las naciones marginaran a su país, no actuaría de otra manera. Después de nueve años de poder absoluto, Xi Jinping ha destruido el ‘modelo chino’: mientras que el maoísmo era una ideología exportable (aunque odiosa), la nueva China no tiene nada que exportar que no sea material: el siglo XXI no será chino. Pobre China y pobres chinos, porque fue una gran civilizaci­ón, cuya destrucció­n comenzó con la conquista militar del Estado por Mao Zedong y cuyos últimos relieves son aplastados ahora por hombres ansiosos de poder. Es especialme­nte interesant­e que la rebelión provenga de una mujer.

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