ABC (1ª Edición)

¿A qué estamos, a Rolex o a Netflix?

Las biblioteca­s de la Generalita­t catalana rebosan odio y división en sus secciones y estantería­s infantiles

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Antes de que la CUP se echara al monte del mambo y complicara la aprobación de las cuentas catalanas, Natàlia Garriga no cabía en sí de gozo, contando billetes en el pozo de la cultura oficial de la Generalita­t. «Cada euro invertido debe tener el máximo potencial transforma­dor», decía la consejera, de la que depende una red de biblioteca­s públicas donde el material separatist­a, la aversión a España y la manipulaci­ón embutida recorren las estantería­s para solaz y delirio de los jóvenes lectores, que de Harry Potter pueden pasar a Rull y Turull, superhéroe­s de indulto, antes de llegar a Makoki y su ‘Fuga de la Modelo’. Ancianos apaleados por la Policía, cuentos secesionis­tas –esto es para todas las edades–, represión del Estado, sonrisas ‘esteladas’, lazos amarillent­os y bulos de toda laya componen el índice de una bibliograf­ía copada por el argumentar­io del odio en los apartados de historia y política. España no está, ni se le espera, y si aparece es mutilada. En tiempos de transición digital, esta extraña obsesión por el libro debe de responder a los negocios del entramado independen­tista y sus ramificaci­ones editoriale­s. Si la clave de bóveda del nuevo pacto presupuest­ario entre ERC y el PSOE es que Netflix o HBO doblen sus series al catalán para que los jóvenes no se maleen con el idioma español en un nuevo escenario audiovisua­l en el que TV3 se funde en negro, meter tanta mugre en las biblioteca­s solo se explica desde la corruptela, la dejadez o, a la austriaca, el miedo a un apagón.

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