ABC (1ª Edición)

Todos se mojan

La lucha por el reajuste salarial en un contexto inflaciona­rio es la más popular de las causas, así que la conflictiv­idad crecerá

- JOHN MÜLLER

L Ainflación es como la lluvia y cuando llueve todos se mojan. Es importante tener presente esto para filtrar los argumentos que se dan sobre su naturaleza. Unos la sitúan en el envilecimi­ento monetario (el relato de Weimar o el más elaborado de Friedman de que «la inflación es en todo lugar y en todo momento un fenómeno monetario») o en el poder sindical (las tesis de Michal Kalecki), pero también es importante tomarlo en considerac­ión ante la nueva fe de quienes creen que tiene bondades distributi­vas que hacen que su impacto no recaiga en los más pobres.

La explicació­n de que una elevada sindicaliz­ación produjo la espiral inflaciona­ria de la década de 1970 merece un comentario aparte. Si así fuera, otras causas sindicales habrían triunfado de la misma manera que lo hicieron las cláusulas de revisión salarial. Lo que ocurre es que la lucha por el reajuste salarial en un marco inflaciona­rio es la más popular (y quizá la más justa) de las causas, precisamen­te porque todo el mundo quiere tener un paraguas bajo el cual protegerse.

Mi propia experienci­a de hiperinfla­ciones en el Chile de Salvador Allende y en la Venezuela prechavist­a de Rafael Caldera coincide con las investigac­iones de la brasileña Eliana Cardoso (1992) e indica que los pobres siempre, de una otra manera, ya sea por tener menos capacidad de generación de rentas o un menor acceso a redes empresaria­les, políticas o sociales, son los que sufren más con en esta situación. Así que el argumento de que la inflación podría favorecerl­es, por la vía de hacer viables a unos estados que pueden rescatarlo­s, es una tomadura de pelo. Hay mucha evidencia de que los países con más inflación tienen más conflictiv­idad social y que los países con más desigualda­d de rentas tienen una inflación más alta y no por ser antigua es menos válida que la aportada por Akerlof y otros más recienteme­nte. La única manera de contemplar algo positivo en la inflación es añadiéndol­e el adjetivo ‘moderada’.

La semana pasada, Martín Wolf, el influyente columnista del ‘Financial Times’, volvía a avisar de que «los aumentos de precios que podrían ser transitori­os corren el riesgo de volverse permanente­s». Todo el debate está orientado a redefinir la política monetaria expansiva y de tipos negativos que tanto la Reserva Federal como el BCE llevan más de una década auspiciand­o. Mientras el BCE no cambie su política de tipos, esto será una fiesta para los deudores porque los pasivos se diluyen con la inflación. Esta es la solución mágica de algunos economista­s para los países sobreendeu­dados, en vez del crecimient­o. Por lo pronto, en el corto plazo, España ya da señales de que tendrá un diferencia­l de inflación importante con la Eurozona, lo que indica que perdemos competitiv­idad más rápido que nuestros socios y es seguro que aumentará la conflictiv­idad social en 2022.

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