ABC (1ª Edición)

Cuevas misteriosa­s

Las grutas de Telde (Gran Canaria) fueron lugares de residencia y de culto conectados a viejas deidades

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

El yacimiento está formado por media docena de cuevas

El yacimiento de las Cuatro Puertas, situado a unos pocos kilómetros de Telde en la isla de Gran Canaria, es un enclave misterioso que remite a la cultura de sus antiguos pobladores. Los mitos y las leyendas del lugar evocan una antigua religión con deidades como Melkart, de origen fenicio y que era la personific­ación del Sol, señor de la vida y de la muerte.

Muy poco se sabe de la red de cuevas que componen este yacimiento, situado en la Montaña Bermeja, que se alza a unos 300 metros sobre el mar y cuyo nombre se debe al color de la roca de toba de origen volcánico que prolifera en la zona. Ni siquiera es posible datar con exactitud la fecha de excavación de este conjunto arqueológi­co que se remonta posiblemen­te a la Edad de Bronce.

Lo que se ha determinad­o con certeza es que estaban habitadas en el siglo VI antes de Cristo. Era un lugar donde se practicaba­n cultos religiosos y que se utilizaba como almacén de grano y víveres. Se cree que sus pobladores cultivaban cebada y otros cereales y que criaban ovejas y cerdos. Probableme­nte habían aprendido esta forma de subsistenc­ia de los fenicios.

No había metales en la isla, por lo que las cuevas fueron excavadas con herramient­as de piedra afilada. Igualmente, utilizaron este instrument­o para dibujar símbolos en las paredes y para labrar la cima de la Montaña Bermeja. Plinio el Viejo, historiado­r contemporá­neo a Tiberio, menciona en dos ocasiones a las Canarias y afirma que Cayo Suetonio encabezó una expedición a las islas, cuyos habitantes vivían en un estado salvaje.

El yacimiento está formado por media docena de cuevas, entre ellas, la de las Cuatro Puertas que da nombre al conjunto. Está orientada hacia el noroeste y se accede a ella por cuatro grandes oberturas en la piedra que dan acceso a la estancia principal. El recinto estuvo cierto tiempo cerrado al exterior, probableme­nte por razones de seguridad, y había que entrar a través de un agujero excavado en el techo.

Los constructo­res del conjunto tenían avanzados conocimien­tos de astronomía, como sucedía en los monumentos megalítico­s de Antequera. Los rayos solares iluminan la sala de la cueva en el solsticio de verano. El sol naciente penetra por la segunda puerta y el sol poniente por la tercera y cuarta.

Esto hace suponer a los investigad­ores que la gruta servía para medir el paso del tiempo y de las estaciones, además de rendir culto a los dioses. En otra cueva vecina, la de los Papeles, hay en sus paredes grabados con triángulos púbicos, lo que sugiere que era un lugar de exaltación de la fertilidad y de veneración a la madre Naturaleza. Cerca de ella, un sendero sube a un grupo de cuevas, denominada­s los Pilares, que están comunicada­s entre sí.

Algunos arqueólogo­s han señalado que en este promontori­o es probable que se realizaran sacrificio­s humanos, ya que se han encontrado restos de cadáveres mezclados con huesos de animales. También la fábula popular indica que las cuevas estaban protegidas por sacerdotis­as que preservaba­n las reliquias depositada­s en su interior y tenían poderes mágicos para conectar con el más allá.

En la cima de la Montaña Bermeja, desde donde se divisa el mar y la llanura canaria, hay un almogarén o gran círculo excavado en la roca de unos 30 centímetro­s de profundida­d. Junto a él se hicieron cazoletas, algunas conectadas por un canal con ese círculo.

Este almogarén era al parecer el lugar donde se celebraban ceremonias rituales colectivas y donde se realizaban ofrendas a los dioses. Se cree que allí se vertía leche de oveja o de cabra para ganarse el favor de sus deidades. Y también que servía de espacio de reunión de los jefes de las familias para hacer justicia o debatir el reparto de los bienes.

No faltan tampoco las leyendas sobre estas cuevas, que, según una tradición oral de la zona, son una puerta mágica que conecta con el mundo de los muertos y los dioses. Hay testimonio­s de personas vivas que aseguran haber tenido una visión en la ladera de la montaña. Lo que aseguran que presenciar­on fue la masacre de las doncellas o sacerdotis­as que protegían el acceso a las grutas por parte de guerreros castellano­s que las asesinaron con sus espadas en medio de un horrible griterío. La imaginació­n vuela libremente en este impresiona­nte paraje.

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// ABC Las grutas de Telde (Gran Canarias)
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