Réquiem por la picaresca
Ya no hace falta ni copiar, adiós al esfuerzo de hacer la chuleta y que no te pillen
El muy…, rellenen al gusto la línea de puntos, se daba una maña envidiable con el alfiler. Lo unía con un mechero al extremo de un Bic y, punzón artesanal en mano, cincelaba los corvinas como un Miguel Ángel del copieteo. Las horas que yo empleaba en memorizar los apuntes de Sociales o de Filosofía las dedicaba Pepo a trasladarlos a la superficie anaranjada y plana de aquellos bolis, perfectos para pasar con buena nota el examen del Gorgojo. Ahora que no me ve y no sé si me lee, confieso que a mi carnal le envidiaba que no fuera miope como yo y sí mucho más paciente, arrojado y habilidoso. Es cierto que nunca entendí por qué se deslomaba en ese trabajo de chinos en vez de hincar los codos como un servidor.
El único día que le vi demudado fue cuando en la papelería le dijeron que no quedaban corvinas y comprobó aturdido que igual tenía que tatuarse en el cerebro el imperativo categórico de Kant o que fue Hobbes y no Rousseau el de «el hombre es un lobo para el hombre». Pepo fue víctima de lo que ahora llamamos desabastecimiento y nosotros en el cuaternario definíamos como falta de previsión, porque lo mismo que no hay que dejar el estudiar para el último día, lo de hacer acopio del material para el copieteo, pues tampoco. El caso es que como siempre fue un tipo decidido, se recorría todo Madrid hasta aparecer triunfante en clase con cuatro cajas y un «esto a mí no me vuelve a pasar» cosido a la boca. Ante un problema, el perezón de estudiar, Pepo encontró una solución. Para superar el siguiente reto, copiar con cierta garantía de éxito, se formó y especializó como tallador de apuntes.
El revisionismo histérico y el buenismo ramplón se cargan ahora algo tan de nuestro acervo como la picaresca. ¿Para qué copiar si ni siquiera eso hace falta ya? Desterrados los suspensos, ya no hay sitio ni para los sabios, ni para los tunantes. Ya está papá Estado para alimentarnos buche y alma y (de)formar a toda una generación que no balará por nada o, peor, no sabrá ni contra quién lo hace, pendiente siempre del pienso estatal. Prefiero a Pepo, que además tiene una trayectoria profesional que para ellos querrían esta recua de iluminados ministeriales.