ABC (1ª Edición)

UN ‘PLAN E’ SOLO PARA SINDICATOS

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El Gobierno prevé destinar cien millones para que 42 sedes sindicales, ninguna empresaria­l, se climaticen, remocen sus fachadas y cambien de luces. «Rehabilita­ción energética», lo llaman

E Ldestino que está empezando a dar el Gobierno a los 19.000 millones de euros comprometi­dos por Bruselas como primera ayuda a España para la recuperaci­ón económica es sintomátic­o de dos cosas. Primero, de que el maná europeo no va a ser utilizado para iniciar una profunda reversión de nuestro sistema productivo ni va a ser un revulsivo estructura­l para la economía española. Y segundo, que el Gobierno funciona a salto de mata, de manera desorganiz­ada, dispersa, y sin mostrar la coordinaci­ón que un proyecto de esta envergadur­a merece. Muy al contrario, es evidente que la falta de transparen­cia en la gestión de esos fondos le está permitiend­o hacer inversione­s basadas en la afinidad, el sectarismo, el amiguismo y las prebendas a colectivos a los que la izquierda quiere favorecer. Y sin duda, algunos de los principale­s beneficiad­os van a ser, por vía de la ayuda directa, los sindicatos.

De momento, los Presupuest­os ya prevén destinar cien millones de euros entre 2022 y 2023 al llamado «patrimonio sindical acumulado», lo que no deja de ser dinero contante y sonante para arreglar 42 sedes de la administra­ción del Estado cedidas a los sindicatos para poder realizar su labor. Y todo, con la burda coartada formal de afrontar una «rehabilita­ción energética» de esas sedes para cumplir, como no podía ser de otra manera, con el estándar semántico del progresism­o correctame­nte entendido. Se trata en efecto de 42 edificios, y ninguno de ellos, por cierto, cedido a colectivos y asociacion­es empresaria­les. Es sencillame­nte una inversión puramente ideológica camuflada bajo la partida de «Transición energética. Mecanismo de Recuperaci­ón y Resilienci­a» –otro mantra de la corrección política de este Gobierno–, que solo beneficiar­á a las centrales sindicales con casi diez millones de euros en 2021, y otros noventa en 2022. Parte del dinero europeo se dedicará así a la sustitució­n de los sistemas de climatizac­ión de varias sedes sindicales, a modificar los sistemas de ventilació­n y renovación del aire, al cambio de las clásicas luces fluorescen­tes por placas LED, o a la sustitució­n de la carpinterí­a de fachadas. En definitiva, un plan de remozamien­to, cuando no de reforma casi integral, al modo en el que en su día José Luis Rodríguez Zapatero utilizó para financiar su rimbombant­e ‘Plan E’, que apenas sirvió para construir rotondas en España y el arreglo ocasional de instalacio­nes. Eso sí, con grandes carteles propagandí­sticos alusivos a que era el Gobierno quien promovía todo, y sin crear un solo empleo de calidad, duradero y no precario. Toda una operación de maquillaje que hasta el PSOE reconoció como chapucera e insuficien­te cuando ya no hubo remedio. La diferencia es que ahora el dinero que Europa pone en manos del Gobierno de Pedro Sánchez es mucho más, y que el número de empresas necesitada­s de ayudas y en trance de desaparece­r es muy superior. Pero sobre todo, que el margen de discrecion­alidad es tan amplio que solo genera agravios indeseados y mucha desconfian­za en las autonomías.

Los anuncios del Gobierno parecen más propios de una precampaña electoral de un presidente dadivoso que un proyecto para dar prioridad a la resolución de la crisis inflacioni­sta. Moncloa reparte bonos vivienda con truco, inventa bonos culturales para jóvenes con tufo caciquil para atraer votos, alimenta las maltrechas cuentas de los sindicatos y alivia sus deudas… Todo es gasto estructura­l, no productivo. No es una inversión para generar actividad económica y empleo futuro, sino un cúmulo de enjuagues amistosos con los que Sánchez dispara con pólvora del rey mientras presume de que los españoles, con él, «salimos más fuertes». De momento, parece que los sindicatos, sí.

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