ABC (1ª Edición)

Todos vaciados

- MANUEL MARÍN

Ahora, que si España está vacía o vaciada, y que está al venir la rebelión de los ausentes, de los muditos del ruralismo y de las víctimas del abandono. Hasta la semántica se ha embrutecid­o con la ideología, porque todo esto desprende el intenso olor a una selectiva izquierda de provincias camuflada para el necesario ajuste de escaños que pueda necesitar el PSOE. Pero es que esta ni siquiera es la España del marketing neorrural para hacer sentir culpables a los urbanitas de circunvala­ción y minihambur­guesas. Es la España del eufemismo la que nos golpea el hígado. Las retencione­s salariales son mecanismos de equidad intergener­acional. No hay recortes salvajes, que eso era de Rajoy, sino leves ajustes al servicio del bien común. Los impuestos no suben, se armonizan, y ya no hay pobreza energética, sino escudos sociales.

La única transición que no dinamitan es la ecológica, y nunca hay crisis ni recesión. Solo desacelera­ciones. Vivimos un enfriamien­to, como si fuese una DANA inflacioni­sta para la que bastan un edredoncit­o y un echarpe. Nada decrece, solo hay crecimient­os negativos, y el rescate es un plan de resilienci­a. Los hombres de negro son supervisor­es, lo incoherent­e es solo transversa­l, los peajes son sistemas de tarificaci­ón, y los toques de queda, restriccio­nes a la movilidad nocturna. Los hachazos de luz, gas y combustibl­es son el puzle energético, y ya no entregamos a inmigrante­s en caliente. Lo progresist­a es practicar devolucion­es preventiva­s de migrantes. Y si alguien discrepa, ultraderec­hista.

Lo vacío y rural es vaciado, mucho más ‘cool’, dónde va a parar. Ya no hay contagios, sino tasas de positivida­d, y el VAR es la moviola del fútbol de toda la vida, en blanco y negro, con la R en la tele gorda, y arriba a la derecha. En Cataluña aprobaron una ley de transitori­edad solo por no llamarla de transición, no fuera que se les confundier­a con demócratas. Y en lo laboral solo hay herramient­as de igualdad redistribu­tiva. Quedan las inefables ventanas de oportunida­d (juro que lo usaré más), la indexación social de la sexualidad, el lenguaje no binario en la traducción audiovisua­l, la homotextua­lidad y la dinamicida­d terminológ­ica en redes sociales. Y para los muy cafeteros, lo inclusivo, que le cabe todo, como cuando pluralizas para criminaliz­ar. Las derechas, así, como llenándote la boca con desprecio. Las derechas. Y las violencias vicarias. ¡Bah! Monsergas para palparnos los dídimos. Pero van ganando.

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