ABC (1ª Edición)

Los corderos de Chile

De Kast dicen que es la utraderech­a pero ese término no le calza, le sobra lo de ultra y le encaja la derecha

- CARMEN DE CARLOS

El silencio de los corderos se hizo alboroto el domingo en Chile. La mayoría que callaba ante el estallido social de octubre de 2019, esperó su turno y habló con el voto. La democracia es eso, tener paciencia y contar los días, y los minutos, hasta que te llegue la hora de elegir, sin violencia ni amenazas.

José Antonio Kast fue el hombre, el ganador de unas elecciones que imponen una segunda vuelta de regalo anticipado de Navidad. El 19 de diciembre se medirá a solas con Gabriel Boric, la promesa de una izquierda retrógrada y el albergue del Partido Comunista.

De Kast dicen que es la utraderech­a pero ese término no le calza. El candidato del Frente Social Cristiano es otra cosa, le sobra lo de ultra y le encaja la derecha. Su perfil es el de un conservado­r. Hijo de un exoficial alemán de la Segunda Guerra Mundial y padre de nueve, está dispuesto a poner orden en un Chile con el sur en pie de guerra por los mapuches y el resto del país alucinando con una Asamblea Constituye­nte que, visto lo visto el domingo, podría terminar con un texto rechazado en referéndum.

Gabriel Boric tampoco es el demonio rojo que algunos pintan pero su historia le retrata como un agitador de las calles. Empezó hace una década y volvió en el octubre negro del famoso estallido. En la corriente de los vasos comunicant­es de Podemos con Chile y Argentina, ahora baja el tono. Su discurso, ya empieza a tornarse laxo, modelo Sánchez o Groucho Marx, cuando se trata de adaptar los principios para llegar al poder, en nombre de Apruebo Dignidad, así se llama su coalición (en serio).

Hijo de catalana y croata, Boric tiene TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), diagnóstic­o no identifica­do en otros políticos que suelen meterse, una y otra vez, donde no deberían. Es el caso de Rafael Bielsa, el embajador kirchneris­ta de Alberto Fernández, el que, de nuevo, ha vuelto a liarla al declarar que Kast es, «pinochetis­ta, antiargent­ino y xenófobo». Se quejó La Moneda pero Bielsa y su delirio –sin psiquiatra que intervenga– siguen en Santiago. Insólito.

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