ABC (1ª Edición)

«La moratoria es una pauta muy interesant­e con los adolescent­es»

Rocío Ramos Paúl Psicóloga y escritora

- LAURA PERAITA

► Esta experta apunta que los padres deben a veces ser más flexibles y esforzarse en hablar más con sus hijos

La psicóloga Rocío Ramos-Paúl, más conocida como Supernany, asegura que cuando los niños se hacen adolescent­es, los padres dejan de ser esos héroes que creían que eran y demandan mayor autonomía.

—¿Han cambiado mucho los motivos de consulta de las familias con adolescent­es o se repiten los mismos patrones de hace años?

—Lo que ocurre ahora es que los niños son más listos. La parte positiva es que saben más, la no positiva es que nos discuten todo. Lo de «haces esto porque lo digo yo» que decía antes un padre, ya no vale. Tenemos que explicarle­s más las cosas y negociar.

—Hay diversas situacione­s muy comunes y a las que se exponen los padres con hijos jóvenes. ¿Podría indicar qué se puede hacer en cada caso? Ahí va la primera: «Mi hijo no me cuenta nada, se encierra en su habitación y siempre busca excusas para evitar los planes familiares».

—Es habitual. Hay que intentar hablar 50 veces con él para que te conteste a la 51. Lo interesant­e es hablar con él en huecos que no interfiera­n en su tiempo de ocio como, por ejemplo, las cenas. Y, muy importante, como le vemos poco, no aprovechar la cena para hacerle todo tipo de reproches: tienes tu habitación desordenad­a, nunca pones la mesa, te encierras en tu cuarto... Es mejor hablar nosotros primero sobre cómo nos ha ido el día, de una noticia que hemos visto..., pedirle opinión y, sobre todo, escucharle­s. El esfuerzo es nuestro.

—«No le dejo llegar a casa más tarde de las 10 de la noche, pero dice que a sus amigos los dejan hasta las 11. ¿Qué hacer: mantener las normas impuestas o ceder?

—Si hay opción de hablar con los padres de los amigos tantearía porque quizá estamos poniendo límites demasiado estrictos y, después, lo que haría que es que, si lo dejo llegar a las 11, le pediría alguna responsabi­lidad a cambio. Por ejemplo, ordenar su armario, estudiar... Su premio de poder salir, no es gratuito, que se lo gane con esfuerzo y constancia.

—«Está siempre muy serio, muy enfadado, ¿qué le pasa? Ya no se ríe».

—También se puede negociar este asunto. Un aumento de la paga, llegar más tarde a casa, más tiempo de pantallas... Es decir, lograr más cosas a cambio de estar agradable en la cena. —¿Qué hacer si huele a tabaco y a alcohol? ¿Montamos en cólera? ¿Hacemos que no nos hemos enterado? —Hay que hablar cuanto antes de estos temas. Podemos aprovechar ocasiones, como ver en el parque los restos de un botellón, para conciencia­rles de lo que suponen estas sustancias para su salud. Si llegan a casa con signos de sospecha, primero que escuchen que les decimos que huelen a tabaco y a alcohol. Y, después, escuchar lo que cuentan ellos. Al día siguiente, retomar el tema y darles estrategia­s para que aprenda a decir no a los amigos cuando todos consuman.

—Otra cuestión que trae de cabeza a los padres: «¡No suelta el móvil!».

—Los hijos van a vivir con las rentas de lo que los padres les han enseñado. Debe haber un control de tiempo y explicarle cuándo puede tener el móvil. La clave es que se den cuenta de que pueden estar tiempos sin él.

—Muy habitual: «¡No me obedece!».

—A veces, debemos ser flexibles con los límites. Hay una pauta muy interesant­e que es la moratoria. Por ejemplo, si con 15 años insiste en que se quiere tatuar, se le dice «ahora no, pero ya lo hablaremos más adelante, en un año». De esta forma se posterga el tema y se deja abierta la posibilida­d de que se trate en un futuro. Esto facilita mucho la comunicaci­ón.

—¿Y si a los padres no les gustan los amigos de su hijo?

—A los padres suelen gustarles poco los amigos de su hijo, ¡pero son los suyos! Hay que buscar estrategia­s para conocerles mejor. Es entonces cuando empieza la etapa de la familia y uno más, ese uno es el amigo. Normalment­e, el amigo suele decir a tu hijo «tu madre es guay» y de repente tu hijo recibe una imagen distinta de su madre, lo que es muy positivo. Es una oportunida­d, además, de conocer a los amigos más de cerca y no juzgar solo por la pinta.

«A los padres suelen gustarle poco los amigos de su hijo, ¡pero son los suyos! No hay que juzgar solo por su pinta»

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// ABC Rocío Ramos Paúl durante la entrevista en Diálogos de Familia

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