LA HISTORIA BLANQUEADA
400 AÑOS DEL MITO DE ACCIÓN DE GRACIAS
Lo que ocurrió en la costa de Massachusetts poco tiene que ver con la fábula que se celebra hoy: la comunión de colonos y nativos en torno a un festín. A diferencia de los conquistadores españoles, los descendientes del Mayflower oprimieron, desplazaron y exterminaron a los pueblos indígenas que habitaban los territorios de Estados Unidos
Edward Wilson, uno de los ‘pilgrims’ ingleses, separatistas de la iglesia anglicana, que cruzaron el Atlántico en el barco Mayflower en busca de libertad religiosa y abundancia económica, fue el principal redactor de la ‘Relación Mourt’. El texto describe los primeros años de la colonia que formaron en Plymouth, en el actual Massachusets, a comienzos del siglo XVII.
Esa colonia es la semilla del EE.UU. anglosajón –se estima que 35 millones de estadounidenses contemporáneos descienden del puñado de ingleses que llegaron en el Mayflower–, y un párrafo de la ‘Relación Mourt’ es el germen del festivo más importante de la primera potencia mundial: Acción de Gracias.
«Entre otros divertimentos, disparamos con nuestras armas», cuenta Wilson sobre la jornada en la que celebraron su primera cosecha, en 1621. «Muchos de los indios vinieron hacia nosotros, entre ellos su gran rey Massasoit, con unos noventa hombres, con quienes nos divertimos y festejamos durante tres días, y ellos fueron a matar cinco ciervos, que los trajeron hasta la plantación y se los ofrecieron a nuestro gobernador, capitán y otros».
Esas pocas líneas son el único testimonio directo de la celebración entre europeos recién llegados e indios establecidos durante siglos en esas tierras de lo que hoy es Nueva Inglaterra. Son también la base del mito de Acción de Gracias, la gran celebración familiar de EE.UU., el último jueves de noviembre, una de las pocas razones por las que los estadounidenses se juntan alrededor de una mesa durante horas para comer y beber con su familia y que hoy cumple 400 años.
Representaciones idílicas
Es un mito porque lo que ocurrió en realidad en la costa de Massachusetts poco tiene que ver con la fábula que se mantiene en el imaginario de los estadounidenses: la comunión en armonía de colonos y nativos alrededor de un pavo. No son solo las representaciones idílicas de pinturas e ilustraciones de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, con los indios tocados con penachos de plumas, sentados a la mesa de los ingleses , o recibiendo la comida postrados ante ellos. Las plumas son más bien de las tribus de las grandes llanuras. En esta parte del continente, remataban sus cabezas con crestas de pelo de erizo. Sin duda, no fue en noviembre, que no es el momento de celebrar la cosecha, sino antes, en septiembre u octubre. Y es probable que no se comiera
pavo, que ahora se sirve en todas las casas del país en distintos grados de sequedad.
Es también el fondo y el contexto del festín lo que no representa la realidad, aunque haya servido durante generaciones para transmitir una idea simpática y confortable del día de Acción de Gracias. Y purificadora sobre el historial de abusos y violencia contra los pueblos nativos de los colonos ingleses y de sus descendientes mientras, al mismo tiempo, se pide el derribo de las estatuas de Colón (que ni siquiera pisó territorio estadounidense).
No es ningún secreto que la historia de Acción de Gracias que se transmite generación tras generación a los escolares mientras recortan penachos de plumas y sombreros calvinistas de cartulina –y que los mayores tampoco cuestionan mientras celebran el relleno del pavo o el crujido de la torta de manzana– tiene poco que ver con lo que sucedió.
Contactos previos
El festín compartido fue más el resultado de un entendimiento estratégico entre ambos, una estrategia casi política, que una relación de cordialidad. Los ‘pilgrims’ habían atracado en esta costa el año anterior, en el otoño de 1620. Los nativos de la zona, los wampanoag, ya habían tenido contactos con europeos, e incluso algunos –como uno que fue secuestrado para venderlo como esclavo– podían manejarse bien en inglés.
Eran 69 tribus en una zona que comprende lo que hoy es el sur de Massachusetts –entre otras, las zonas de Cape Cod y la isla de Martha’s Vineyard– y parte de la vecina Rhode Island. Tenían un jefe común, Massasoit, que se encontró en una disyuntiva: combatir a los recién llegados o dejarlos estar. Los wampanoag no estaban para buscar nuevos enemigos: una epidemia había diezmado a buena parte de su población pocos años antes y mantenían pelea constante con sus vecinos, los narragansett –una tribu que hoy sobrevive y da nombre, entre otras cosas, a una bahía–, a los que la enfermedad no había afectado.
Los ‘pilgrims’ ingleses estaban todavía peor. Sin recursos, sin una fuente de comida estable y abundante, el primer invierno en la costa cruda del nordeste del actual EE.UU. hizo estragos. De los cien ingleses que llegaron en el Mayflower, solo la mitad sobrevivieron a ese invierno.
Un cálculo estratégico
A pesar de que su tribu ya había guerreado –aunque también comerciado– con los europeos, Massasoit hizo un cálculo estratégico: mejor mantener una alianza con los nuevos ingleses que batallar contra ellos y sus pistolones cuando su tribu estaba diezmada. En la primavera de 1621, se produjeron los primeros contactos diplomáticos entre ambos grupos. Los colonos aprendieron a cultivar el maíz local con la ayuda de los nativos, que les enseñaron cómo plantarlo y cómo fertilizarlo con desechos del pescado.
Como en tantas otras culturas, los colonos primitivos celebraron su primera cosecha con un festín en agradecimiento a Dios. Como deja claro Wilson en su crónica, los nativos no fueron invitados: acudieron al sonido de los disparos de sus armas.
«Fue nuestro mayor error», dijo en su día Frank James, también conocido como Wamsutta, un líder de los wampanoag, sobre la acogida y la alianza con la colonia inglesa. Él fue quien en la década de 1970 empezó a llamar la atención sobre las incorrecciones de la historia y sobre la perspectiva del lado perdedor de aquellas tribus.
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Una versión simpática del exterminio LA CELEBRACIÓN TRANSMITE UNA IDEA PURIFICADORA DEL HISTORIAL DE ABUSOS Y VIOLENCIA CONTRA LOS PUEBLOS NATIVOS