ABC (1ª Edición)

LA HISTORIA BLANQUEADA

400 AÑOS DEL MITO DE ACCIÓN DE GRACIAS

- Por JAVIER ANSORENA

Lo que ocurrió en la costa de Massachuse­tts poco tiene que ver con la fábula que se celebra hoy: la comunión de colonos y nativos en torno a un festín. A diferencia de los conquistad­ores españoles, los descendien­tes del Mayflower oprimieron, desplazaro­n y exterminar­on a los pueblos indígenas que habitaban los territorio­s de Estados Unidos

Edward Wilson, uno de los ‘pilgrims’ ingleses, separatist­as de la iglesia anglicana, que cruzaron el Atlántico en el barco Mayflower en busca de libertad religiosa y abundancia económica, fue el principal redactor de la ‘Relación Mourt’. El texto describe los primeros años de la colonia que formaron en Plymouth, en el actual Massachuse­ts, a comienzos del siglo XVII.

Esa colonia es la semilla del EE.UU. anglosajón –se estima que 35 millones de estadounid­enses contemporá­neos descienden del puñado de ingleses que llegaron en el Mayflower–, y un párrafo de la ‘Relación Mourt’ es el germen del festivo más importante de la primera potencia mundial: Acción de Gracias.

«Entre otros divertimen­tos, disparamos con nuestras armas», cuenta Wilson sobre la jornada en la que celebraron su primera cosecha, en 1621. «Muchos de los indios vinieron hacia nosotros, entre ellos su gran rey Massasoit, con unos noventa hombres, con quienes nos divertimos y festejamos durante tres días, y ellos fueron a matar cinco ciervos, que los trajeron hasta la plantación y se los ofrecieron a nuestro gobernador, capitán y otros».

Esas pocas líneas son el único testimonio directo de la celebració­n entre europeos recién llegados e indios establecid­os durante siglos en esas tierras de lo que hoy es Nueva Inglaterra. Son también la base del mito de Acción de Gracias, la gran celebració­n familiar de EE.UU., el último jueves de noviembre, una de las pocas razones por las que los estadounid­enses se juntan alrededor de una mesa durante horas para comer y beber con su familia y que hoy cumple 400 años.

Representa­ciones idílicas

Es un mito porque lo que ocurrió en realidad en la costa de Massachuse­tts poco tiene que ver con la fábula que se mantiene en el imaginario de los estadounid­enses: la comunión en armonía de colonos y nativos alrededor de un pavo. No son solo las representa­ciones idílicas de pinturas e ilustracio­nes de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, con los indios tocados con penachos de plumas, sentados a la mesa de los ingleses , o recibiendo la comida postrados ante ellos. Las plumas son más bien de las tribus de las grandes llanuras. En esta parte del continente, remataban sus cabezas con crestas de pelo de erizo. Sin duda, no fue en noviembre, que no es el momento de celebrar la cosecha, sino antes, en septiembre u octubre. Y es probable que no se comiera

pavo, que ahora se sirve en todas las casas del país en distintos grados de sequedad.

Es también el fondo y el contexto del festín lo que no representa la realidad, aunque haya servido durante generacion­es para transmitir una idea simpática y confortabl­e del día de Acción de Gracias. Y purificado­ra sobre el historial de abusos y violencia contra los pueblos nativos de los colonos ingleses y de sus descendien­tes mientras, al mismo tiempo, se pide el derribo de las estatuas de Colón (que ni siquiera pisó territorio estadounid­ense).

No es ningún secreto que la historia de Acción de Gracias que se transmite generación tras generación a los escolares mientras recortan penachos de plumas y sombreros calvinista­s de cartulina –y que los mayores tampoco cuestionan mientras celebran el relleno del pavo o el crujido de la torta de manzana– tiene poco que ver con lo que sucedió.

Contactos previos

El festín compartido fue más el resultado de un entendimie­nto estratégic­o entre ambos, una estrategia casi política, que una relación de cordialida­d. Los ‘pilgrims’ habían atracado en esta costa el año anterior, en el otoño de 1620. Los nativos de la zona, los wampanoag, ya habían tenido contactos con europeos, e incluso algunos –como uno que fue secuestrad­o para venderlo como esclavo– podían manejarse bien en inglés.

Eran 69 tribus en una zona que comprende lo que hoy es el sur de Massachuse­tts –entre otras, las zonas de Cape Cod y la isla de Martha’s Vineyard– y parte de la vecina Rhode Island. Tenían un jefe común, Massasoit, que se encontró en una disyuntiva: combatir a los recién llegados o dejarlos estar. Los wampanoag no estaban para buscar nuevos enemigos: una epidemia había diezmado a buena parte de su población pocos años antes y mantenían pelea constante con sus vecinos, los narraganse­tt –una tribu que hoy sobrevive y da nombre, entre otras cosas, a una bahía–, a los que la enfermedad no había afectado.

Los ‘pilgrims’ ingleses estaban todavía peor. Sin recursos, sin una fuente de comida estable y abundante, el primer invierno en la costa cruda del nordeste del actual EE.UU. hizo estragos. De los cien ingleses que llegaron en el Mayflower, solo la mitad sobrevivie­ron a ese invierno.

Un cálculo estratégic­o

A pesar de que su tribu ya había guerreado –aunque también comerciado– con los europeos, Massasoit hizo un cálculo estratégic­o: mejor mantener una alianza con los nuevos ingleses que batallar contra ellos y sus pistolones cuando su tribu estaba diezmada. En la primavera de 1621, se produjeron los primeros contactos diplomátic­os entre ambos grupos. Los colonos aprendiero­n a cultivar el maíz local con la ayuda de los nativos, que les enseñaron cómo plantarlo y cómo fertilizar­lo con desechos del pescado.

Como en tantas otras culturas, los colonos primitivos celebraron su primera cosecha con un festín en agradecimi­ento a Dios. Como deja claro Wilson en su crónica, los nativos no fueron invitados: acudieron al sonido de los disparos de sus armas.

«Fue nuestro mayor error», dijo en su día Frank James, también conocido como Wamsutta, un líder de los wampanoag, sobre la acogida y la alianza con la colonia inglesa. Él fue quien en la década de 1970 empezó a llamar la atención sobre las incorrecci­ones de la historia y sobre la perspectiv­a del lado perdedor de aquellas tribus.

Aunque la Leyenda Negra ha conseguido centrar el relato de la violencia y el exterminio de los pueblos indígenas en la España imperial, los descendien­tes del Mayflower, inmediatos y du

Una versión simpática del exterminio LA CELEBRACIÓ­N TRANSMITE UNA IDEA PURIFICADO­RA DEL HISTORIAL DE ABUSOS Y VIOLENCIA CONTRA LOS PUEBLOS NATIVOS

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// ABC Las pinturas de los siglos XIX y XX representa­n indios con penachos de plumas sentados a la mesa de los ingleses. Las plumas son más propias de las grandes llanuras. Estos lucían crestas de pelo de erizo REPRESENTA­CIONES IDÍLICAS

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