Los pájaros contra las escopetas
No hace mucho, en el Congreso se hablaba de las serias dificultades económicas de los españoles. Ahora la inflación aparece en la décima pregunta de la sesión de control, como si fuera una curiosidad estadística. El caso Pegasus se ha llevado la atención general y no parece que esto moleste al gobierno. Más bien al contrario. Pedro Sánchez, por ejemplo, se dijo víctima, también le han escuchado. No le cuesta al PSOE poner al ‘Estao’ en la picota para, a continuación, alejado el foco de lo importante, de lo callejero, del bolsillo, redirigirlo al PP, protagonista de la sesión de control. Con auténtico virtuosismo, y con la colaboración de sus muchos socios, que extienden las preguntas como alfombras a los pies de los ministros, el gobierno planteó un vapuleo a la oposición. Volvieron los grandes clásicos: Villarejo, la libreta de Bárcenas, el martillo destructor... Sánchez les llamó «mangantes», y al recordar el golpe indultado de Cataluña habló de «piolines», de la policía, demostrando que cuando improvisa no está lejos de Rufián. Esa línea la siguieron todos los ministros. Bolaños le pidió al PP regeneración, Calviño una oposición nueva mientras competía en mohínes de desdén con Escrivá, que se repanchinga en el escaño como si fuera Keynes. La cumbre llegó con María Jesús Montero, ministra de Hacienda, y por ello gran beneficiada por la inflación, un impuesto adicional que recibe gustosa. Por ello debería comparecer cabeceando como un ministro japonés arrepentido, sin embargo llegó como el afilador del PSOE, como un martillo hidráulico que desde la calle se colara en el hemiciclo. Habló del PP como partido de la «corrupción intrínseca», un pecado original ahora que se iban quitando el del franquismo. Alguien dijo que escuchar a Montero es como tener puesta la campana extractora. Hay algo aturdidor, que mina las bases de la propia moral. Es como cuando tu madre te gritaba pasando el aspirador. Su forma de hablar es a la vez maquinal, melonera, popular e inimitable. En su voz guijarrosa resuena un cencerro que hace metálica su demagogia. Esa forma suya de hablar es como el adobo para las cosas más absurdas, ella misma se da un fondo sonoro que todo lo aguanta. Dos ejemplos; uno al PP: «Las previsiones de robusto crecimiento para España se ven lastradas por su corrupción... depuren responsabilidades»; a Vox: «Dejen ustedes de hablar de Andalucía para ensuciar el nombre de miles de mujeres y hombres trabajadores que están levantando a pulmón esta tierra». Los compañeros de bancada la miraban entre divertidos y admirados. La exhiben como a un arma oratoria superior. El piloto automático del PSOE hacia el verano.