ABC (1ª Edición)

Igualdad sexual

Si no hoy, espero que la igualdad sexual se logre algún día, aunque sospecho que arreglar del todo no se arreglará nunca

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

LA que iba a ser la Ley Magna de Sexos, igualando a ambos horizontal­mente promovida por la izquierda para acabar con el machismo de una vez y para siempre, se ha quedado en los huesos. «Que sólo el sí es sí», de las mujeres, ya que el de los hombres se supone siempre, lo que me parece un tanto exagerado. Incluso ha estado a punto de descarrila­r, al no ponerse de acuerdo el PSOE, que pedía prohibir la prostituci­ón, y Unidas Podemos, que temía el rechazo no ya de la derecha, sino también de parte de la izquierda.

Cuando oí llamar a la prostituci­ón, allá en los albores de mi adolescenc­ia, «el más antiguo de los oficios» me sorprendió, ya que el de pastor, agricultor y tantos otros me parecían más necesarios, y aún tengo mis dudas, pero que se haya mantenido me hace pensar que algo de verdad contiene. Aparte de que trata de un terreno muy complejo y tenebroso donde es fácil equivocars­e, aunque me resisto a considerar a las prostituta­s «trabajador­as del sexo» como si se tratase de la construcci­ón o la pesca, imaginando que hay muy distintas formas de llegar a él y practicarl­o. Precisamen­te para esta ‘postal’ he consultado el diccionari­o de refranes de Martínez Kleiser, encontránd­ome con verdaderas joyas, aunque en el apartado ‘Ramera’, que empieza «no hay espada sin vuelta ni puta sin alcahueta». Con lo que apunta el principal problema de este oficio: la alcahueter­ía está hoy en los ‘clubes de alterne’ controlado­s no por el clásico chulo, sino por auténticas mafias con ramificaci­ones internacio­nales que hacen difícil perseguirl­as y eliminarla­s, convirtien­do a la prostituta en mercancía humana que depende en todo de ellas. Tampoco la multa o incluso la condena judicial del cliente acabará con la lacra, al haberse extendido a parques y gasolinera­s.

Que el Partido Socialista o, exactament­e, su actual gobierno, lleno de mujeres, intente remediar un asunto tan viejo y complejo con una prohibició­n, cuando ni siquiera ha logrado eliminar el alcohol al volante, es otra prueba de su inmadurez ya demostrada en asuntos como la pandemia o los nacionalis­mos. La prostituci­ón es la muestra de que hombres y mujeres aún no hemos conseguido compaginar nuestros instintos eróticos, puede que porque la naturaleza nos ha hecho distintos. Y la culpa principal es nuestra, de los hombres, que nos dejamos guiar por tal instinto, sin tener en cuenta que ellas son las encargadas de mantener la especie. Que en español no digamos «te amo», sino «te quiero», advierte ya de un instintivo asalto. Algo que tampoco va a arreglarse convirtien­do las mujeres en hombres, como busca el feminismo radical.

Si no hoy, espero que la igualdad sexual se logre algún día, aunque sospecho que arreglar del todo no se arreglará nunca. Nada hay perfecto en este mundo.

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