ABC (1ª Edición)

Nuestro mejor embajador

- YOLANDA GÓMEZ

Corren tiempos convulsos para la Monarquía. Son muchos los políticos y los periodista­s, probableme­nte no tantos los ciudadanos, que quieren aprovechar los errores cometidos por Don Juan Carlos para dañar a la Institució­n, y para hacernos olvidar lo que Juan Carlos I hizo en favor de nuestra joven democracia y de nuestro pueblo.

He cubierto informació­n económica para las páginas de ABC durante décadas y no recuerdo ni un solo viaje oficial del Rey en el que no estuviera acompañado de empresario­s españoles y que no se saldara con inversione­s para nuestro país, o con contratos para nuestras compañías en los países que visitaban. «Es nuestro mejor embajador, el que más puertas nos abre», te repetían los empresario­s que le acompañaba­n en sus viajes una y otra vez. Y no nos engañemos, esas inversione­s y esos contratos se traducían en empleo y crecimient­o para España.

A la Monarquía y a los Monarcas hay que exigirles ejemplarid­ad, como también hay que exigírsela a cualquiera que ejerza un cargo público, o como hay que exigírsela a la Iglesia. Incluso puedo admitir que les pidamos un plus de ejemplarid­ad por el hecho de que a los políticos los votamos en las urnas cada cuatro años, y a la Monarquía la eligieron nuestros padres y nuestros abuelos hace ya cuarenta años cuando votaron la Constituci­ón. Pero eso no es razón para que ahora tratemos a Don Juan Carlos como a un paria, un desterrado... Nos podemos compadecer de los etarras, con cientos de asesinados sobre sus espaldas; indultamos a los políticos que quisieron romper a España, pero al Rey no le podemos perdonar que no declarara a Hacienda los regalos que le hicieron en otros países.

Las institucio­nes están formadas por hombres, y los hombres nos equivocamo­s. Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero estas equivocaci­ones que se producen en las Monarquías, en las Repúblicas y en cualquier forma de organizaci­ón política, no invalidan la institució­n. Los países nórdicos, a los que muchos envidiamos por sus consolidad­as democracia­s, su desarrollo económico y su estado del bienestar son monarquías parlamenta­rias. Sus Reyes, como en su día Don Juan Carlos y hoy Felipe VI, son los mejores embajadore­s.

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