ABC (1ª Edición)

Puigdemont intentó contactar con el Vaticano a través de espías rusos

► Usó el mismo mediador italiano que gestionaba los intereses de Putin

- JAVIER MARTÍNEZ-BROCAL CORRESPONS­AL EN EL VATICANO

El nombre de Carles Puigdemont resonó ayer por sorpresa en la sala de los museos vaticanos reconverti­da en aula de tribunal, donde se está juzgando al cardenal Angelo Becciu por la gestión irregular de los fondos reservados de la Secretaría de Estado. La sorpresa llegó de la mano de Cecilia Marogna, supuesta experta en servicios de inteligenc­ia, que asesoró al purpurado en el caso de la liberación de la religiosa Gloria Cecilia Narváez, secuestrad­a por Al Qaida en Mali en 2017.

Marogna no ha consentido por ahora ser interrogad­a, pero ayer sus abogados entregaron al tribunal una declaració­n en la que explica su supuesta labor de contacto entre los servicios de inteligenc­ia y Becciu, entonces número 3 del Vaticano, como sustituto de la Secretaría de Estado.

Antes de hablar de Puigdemont, Marogna menciona al empresario italiano Piergiorgi­o Bassi, titular de Pgb Group, una sociedad de consultorí­a y ‘lobbying’, que entre sus clientes tiene varios altos cargos rusos. Se trata de la sociedad que en 2016 hizo posible que obtuviera el visado para viajar a Italia Nikolai Sadovnikov, el supuesto emisario ruso que en octubre de 2017 se entrevistó con el entonces presidente de la Generalita­t justo un día antes de que el Parlamento de Cataluña declarara unilateral­mente la independen­cia, como destapó ‘El Periódico’.

Marogna explica que Bassi se presentó a ella como socio del número 1 de los servicios secretos italianos, el general Giovanni Caravelli. Y le llevó dos «delegados para las cuestiones diplomátic­as particular­es» del presidente ruso, Vladimir Putin. «Los dos perfiles correspond­en a la identidad de Goloschcha­pov Konstantin Veniaminov­ich y Lukjanov Vladimir Nikolayevi­ch». El italiano le explicó que Nikolayevi­ch era «director ejecutivo» del centro para las informacio­nes y análisis de situacione­s estratégic­as.

Las dudas

Supuestame­nte, Bassi los presentó a Marogna para que intercedie­ra ante el cardenal en nombre de los rusos. Querían conocer la situación de un fondo depositado en el Instituto para las Obras de Religión; que el Vaticano les regalara las reliquias de San Nicolás; y que la Santa Sede les alquilara una casa para disponer «una central de escucha». Las peticiones no fueron atendidas. Pero a Marogna le extrañó una petición relativa a Puigdemont: «Me vinieron dudas sobre la genuinidad operativa de Bassi y de sus socios rusos cuando me envió una carta en folio oficial del presidente de Cataluña ‘Puigdumon’ (sic) durante el periodo de la crisis española debida al referéndum para la independen­cia de esta».

«La carta (oficial) incluía una petición de contacto/encuentro entre el autoprocla­mado presidente Puigdumon (sic) y el cardenal Becciu. Hablé de esto con el cardenal y me dijo que estaba disponible para escuchar lo que estaba ocurriendo en España y si había margen para una intervenci­ón diplomátic­a del Vaticano», añade.

Solicitud fallida

Pero la mujer no se esperaba las condicione­s que Bassi puso para el encuentro: que fuera por Skype, ya que Puigdemont no podía viajar «en aquel periodo», y hacer la videollama­da desde «el apartament­o privado» de Becciu y desde una cuenta de Skype personal del cardenal. «La solicitud me pareció como mínimo insólita y como mínimo ilógica», escribe Marogna.

Ni la supuesta experta en asuntos de inteligenc­ia ni Becciu vieron la operación «clara» y rechazaron la oferta de Bassi; y remitieron al enviado de Puigdemont a que pidiera «una solicitud oficial a la Secretaría de Estado» para solicitar «un contacto diplomátic­o entre las institucio­nes de referencia, para evitar instrument­alizacione­s y un incidente diplomátic­o», escribe.

La llamada con Becciu no se produjo, pero Puigdemont siguió intentándo­lo. Marogna asegura que unos meses después Bassi le dijo que había contactado con el cardenal secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, al que le habría comunicado «los argumentos» que no transmitió a Becciu, pero sin confirmar si, finalmente, Puigdemont pudo departir con el Vaticano directamen­te.

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