ABC (1ª Edición)

Y al final, la tormenta Roca Rey

➤ Aunque no corta trofeos, por la espada, remonta una tarde de sopor con una faena técnica y emocionant­e

- ANDRÉS AMORÓS

Lo hemos visto en Las Ventas muchas veces: expectació­n, bochorno, sopor, amenaza de tormenta, espectador­es que dan discursos (algunos parlamenta­rios lo hacen todavía peor), decepción. Y, al final un milagro: la cabeza fría y el corazón caliente de un torero se imponen a todo. Aunque no corte trofeos, ha estallado la tormenta Roca Rey. Fernando Adrián está voluntario­so; Manzanares, gris, como el cielo. Los toros de Victoriano del Río, de escaso juego, salvo primero y último.

Comienzo por el confirmant­e, Fernando Adrián. Tiene ya treinta años. Gozó de buen cartel como novillero. Pocos se acordaban de él. Felizmente, el pasado octubre ganó la Copa Chenel y, con ella, esta oportunida­d de la confirmaci­ón. Se juega mucho, esta tarde. Al primero le miden bien el castigo, se viene arriba. El comienzo de faena es explosivo: muletazos cambiados de rodillas, estilo Roca Rey. Logra derechazos templados pero corta para nuevos alardes y, cuando intenta los naturales, el toro ya se ha apagado. Una faena irregular, entre lo clásico y lo tremendist­a. Sobran las manoletina­s y la espada cae baja. El quinto también mansea y se queda corto. Adrián lo intenta con un trasteo voluntario­so pero irregular, se advierte que ha toreado poco. A éste lo mata bien.

El segundo mansea en el caballo pero se mueve; en la muleta, tardea, protesta. Manzanares logra derechazos estéticos pero, por la izquierda, el toro va peor. Los oradores, en el tendido, le reprochan la colocación. Logra la estocada a la tercera. En el cuarto, el sopor invade la plaza: protestan de salida a un toro de casi 600 kilos y aciertan porque mansea y flaquea. Adrián recibe un trompazo en un quite arriesgado. En la muleta, el toro queda muy corto, la gente sestea, José María desiste y acierta con la espada. Demasiado poco para lo que se esperaba.

No lo tenía fácil Andrés Roca Rey al comienzo de esta temporada, des

pués del parón doble de su grave lesión y de la pandemia. Ha vuelto arrollando, como solía, aunque el gusto del público haya derivado hacia el toreo de arte, quizá por el brillo de Morante. En Sevilla le negaron a Roca Rey un trofeo y quizá no fueron justos con él pero él también debe evitar la tentación de insistir en los efectismos, en vez de hacerlo en el toreo clásico: aunque eso proporcion­e éxitos, a la larga no es ni siquiera práctico, no beneficia su imagen. En San Isidro ha de demostrar dónde está.

El tercero mansea, acude al otro picador, no lo cortan y no recibe ningún puyazo en el sitio adecuado: la gente se pone de uñas. Intenta cambiarlo con el quite por gaoneras. Con la muleta, Andrés manda y traga pero se queda descolocad­o y el sector exigente protesta. La espada cae muy baja.

Recibe al último con verónicas ceñidas. Cumple mejor en el caballo este Cóndor, de reata famosa. Renuncia Roca Rey al quite pero brinda al público, llama al toro de rodillas: intercala cambiados y por alto, remata mirando al tendido. Ya nadie sestea ni se mueve. Manda mucho en los muletazos de mano baja; aguanta, impávido, cuando el toro parece dormirse. Alterna naturales clásicos, lentos, con alardes. Lo ha sometido por completo, con técnica y valor frío. La plaza es un volcán. Recuerdo una película: ‘Con él llegó el escándalo’ (en el buen sentido). Pierde trofeos (en plural) al matar pero ha levantado una tarde plúmbea y demostrado su categoría de primera figura. Así se viene a Madrid.

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// DE SAN BERNARDO Roca Rey, en un pase cambiado por la espalda al sexto
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