ABC (1ª Edición)

Falso progresism­o

En el fondo siguen pensando lo mismo que los viejos comunistas, no han cambiado nada

- CRISTINA CASABÓN

EL progresism­o es la palabra de moda, del calor de verano, de La Moncloa de mitineros, nostálgico­s de cuando el cielo podía asaltarse. La palabra de una élite caprichosa que no tiene ni idea de lo que es luchar por nada, que no sabe cómo funciona una empresa ni hacer una nómina y dice que España va como un tiro. Del socialismo de tarde de melancolía revolucion­aria, de élites contra el tiburón de la Banca y el toro de España. Afortunada­mente, desde la tribuna del Congreso ni siquiera hacen valer sus ideales. Digamos más: son falsos profetas que viven de ideales que no son capaces de representa­r.

A Sánchez y esa basca de impresión que gobierna cuesta un poco explicárse­lo, que están fraguando un progresism­o acomplejad­o, de esos que señalan al que tiene más que usted. Desprecian el capitalism­o, la innovación, incluso cuando se benefician de las ideas y del progreso. Al margen de sus sofismas dialéctico­s, cómo coños va a ser esta gente progresist­a. Son la oveja roja y descarriad­a que nos tenemos que echar al hombro, están más cerca de Marx y de Laclau que del progreso. Unos hermanos separados, ya digo, de los demás, que han cambiado el Estado del bienestar por el del malestar. No digo en qué medida Sánchez es culpable de su fracaso, pero se ha puesto a fabricar un reloj soviético que cuanto más avanza la hora electoral más marca la de su caída. La cosa económica va mal, por eso andan obsesionad­os con una representa­ción de la vida española que está hecha de poderes ocultos, de francmason­ería, tiburones, puretas… Son los monstruos que produce la pérdida del contacto con la realidad, porque hasta cuando la economía hace pum ellos no se vienen abajo. Parecen sostenidos por la densidad del pueblo, pero solo les sostiene la burbuja de La Moncloa. Afuera ya nadie cree en esas medidas populistas, y ya no hay ni entusiasmo ni leches.

Los sueños del PSOE están poblados de monstruos mitológico­s cuyos nombres son Finanza, Industria, Bolsa, Banca… Estos tiburones merodean las playas soleadas de la imaginació­n socialista, a unos les han comido una pierna, a otros una etiqueta o una metáfora. Sánchez elige al monstruo y luego le da un papel, como buen representa­nte de la baja política, o sea la populista. Se lo han dicho los del ‘Financial Times’ a la cara. Necesitamo­s políticos liberales aunque de momento solo tenemos a estos, que dan cuerda al reloj soviético, suben los impuestos y aumentan las subvencion­es a fondo perdido y demás filantropí­as presupuest­arias en beneficio de avisados.

Cocinan la redistribu­ción como una lubina a dos salsas y tienen a media España sin poder enchufar el aire acondicion­ado. Se han apropiado de nuestra cartera de una manera discreta, como discretos académicos que dan lecciones sobre el progresism­o y sobre un mundo de lisiados, comidos, devorados. En el fondo siguen pensando lo mismo que los viejos comunistas, no han cambiado nada, solo se han adaptado y ahora se hacen llamar progresist­as, en fin, y otras bobadas, para no llamarse aves de rapiña.

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