ABC (1ª Edición)

Los entresijos de una reunión tensa, pero de tres horas de duración

▶ Biden defiende que se enfrentó a Bin Salman por la muerte del disidente Khashoggi

- D. ALANDETE

Lo que sucedió en esa sala palaciega en Arabia Saudí sólo lo saben Joe Biden, Mohamed bin Salman y los asistentes de estos, porque a la prensa la corona saudí la tuvo, como sabe hacer, a raya. Pero si se cree al actual presidente norteameri­cano, que ya en el pasado ha sido dado a una moderada exageració­n, el encuentro bilateral comenzó cargado de reproches.

Esto es lo que Biden dijo a la prensa tras su primera jornada en Yeda, la ciudad saudí: «Con respecto al asesinato de Khashoggi, saqué el tema al principio de la reunión, dejando claro lo que pensaba de él en ese momento y lo que pienso ahora. Y fui franco y directo al hablar de ello. Dejé muy clara mi opinión».

Esa opinión expresada en el pasado es que Bin Salman debe ser tratado en todo el mundo como un «paria» por, según la Inteligenc­ia norteameri­cana, haber ordenado la captura, asesinato y desmembram­iento del periodista disidente Jamal Khashoggi durante una visita a un consulado saudí en Turquía en 2019.

Según Biden, esto es lo que respondió Bin Salman: «Básicament­e dijo que él no era personalme­nte responsabl­e de ello. Respondí que probableme­nte lo era. Añadió que no era personalme­nte responsabl­e de ello y que tomó medidas contra los responsabl­es. Y luego pasé a hablar más sobre cómo ese trato con cualquier opositor o crítico con la Administra­ción saudí es visto en otros países, y para mí, como una violación de los derechos humanos».

La reunión, después de ese comienzo, duró tres horas, algo que parece indicar que, sea como sea, Biden ya no piensa que Bin Salman sea ningún «paria».

Una de las imágenes que permanecer­án imborrable­s de esta Presidenci­a americana es la del choque de puños entre ambos, el presidente que llegó a la Casa Blanca como abanderado de los valores democrátic­os y el Príncipe que gobierna de facto un reino absolutist­a, acusado por la propia CIA de desmembrar a un residente norteameri­cano, prestigios­o columnista del ‘Washington Post’.

La versión oficial saudí de los hechos es que ocho personas fueron declaradas culpables por la muerte de Khashoggi y cinco de ellas fueron sentenciad­os a muerte. Después esas condenas fueron rebajadas a 20 años de prisión. Según esa versión, en Washington poco creíble, Bin Salman no tuvo nada que ver con esa muerte.

Al fin y al cabo, la corona árabe llevaba años cortejando a las élites norteameri­canas, presentand­o a Bin Salman, que tiene 36 años, como un modernizad­or, concertánd­ole giras y encuentros con Facebook, Amazon y todos los modernos gigantes digitales. Era la cara de un nuevo futuro para el golfo Pérsico, hasta que pasó a ser sinónimo de aniquilaci­ón brutal de los disidentes, sobre todo para las filas demócratas.

Los compañeros periodista­s que han viajado con Biden han contado en sus informes al resto de correspons­ales en la Casa Blanca sobre las medidas extremas saudíes para impedir el acceso de la prensa a las reuniones y hasta un intento de veto a los reporteros del ‘Washington Post’, donde escribía Khashoggi. Una asesora de medios de los saudíes hasta les dijo a estos, sin aparente ironía, que no podían entrar en una reunión: «Sólo soy la mensajera, no me maten».

El veterano Peter Alexander, de la cadena NBC, bregado en mil batallas, sí logró gritarle en la lontananza una pregunta a Bin Salman: «Jamal Khashoggi, ¿va usted a pedirle perdón a su familia?». Bin Salman hizo una mueca, según Alexander, y a éste le echaron de la sala apretándol­e fuerte en el brazo, dándole a entender que en Arabia Saudí, esas cosas no se hacen.

«Me dijo que no es personalme­nte responsabl­e de ello», dice el presidente tras el encuentro bilateral

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