ABC (1ª Edición)

Un Gobierno de asalto a las institucio­nes para un país en economía de guerra

- MARÍA JESÚS PÉREZ

El Gobierno planta cara a la inflación con impuestos y prohibicio­nes: leña al fuego de una recesión económica que pinta una España más cerca del «exprópiese» de Nicolás Maduro que de los países de la zona euro. Pedro Sánchez pone a los españoles en economía de guerra

PODERES ocultos que fuman puros y sus terminales mediáticas y políticas están atacando sin piedad al presidente Sánchez.

O eso ha desvelado él mismo no hace mucho en una entrevista en un medio de comunicaci­ón amigo. Y lo sufre, según su percepción, desde hace tiempo ya. De hecho, el

jefe del Ejecutivo español cree haber perdido la cuenta. Semanas. Incluso meses. «Este no es un

Gobierno cómodo. Llevamos cuatro años. No no nos van a quebrar» –a su Ejecutivo no sé, al país, en proceso nos tiene por las miles y miles de empresas que ya lo han hecho y las que lo harán este otoño, como auguran los gestores administra­tivos tras acabar la moratoria concursal el 30 de junio, y por la cada vez más presente recesión, que muchos descuentan ya para 2023, tras una segunda parte del presente año con muchas dudas. El presidente pues, rotundo y recuperand­o su tono populista, que el desalojo está a la vuelta de la esquina y tiene que dejar bien atado el futuro de los suyos, que el suyo lo está atando por otro lado...

Pues... si no fuera porque el propio Sánchez se dedica casi en exclusiva a acumular control en toda institució­n pública o semipúblic­a que se le cruce por delante, su fobia resultaría hasta cómica. Pero no, no tiene gracia. Desde su desembarco en La Moncloa hace cuatro años ya, hemos sido testigos del asalto, o al menos intento, a varios organismos y empresas, que aflora un deterioro institucio­nal preocupant­e y no visto en lustros, que costará revertir años tanto como recuperar el prestigio y credibilid­ad de lo público. Asaltos al Consejo General del Poder Judicial, al Tribunal Constituci­onal, al Tribunal de Cuentas, al CIS, a RTVE, al INE... y, en los últimos tiempos, a Indra, una operación que arrancaba en 2021 con la sustitució­n en presidenci­a de

Fernando Abril Martorell por Marc Murtra y que está aún en proceso de culminar tras la destitució­n de sus consejeros independie­ntes y toma de control por la SEPI y Amber Capital, por estar bajo la lupa –esperemos– de la CNMV. La pelota, en el tejado de su presidente, Rodrigo Buenaventu­ra, si bien tiene todos los visos de, al menos, no hacer ni medio movimiento hasta después del verano. Pesan y crecen presiones y más presiones sobre él, según las malas lenguas de los mentideros monclovita­s, que también esperan con impacienci­a que lleguen sendas demandas de PP y Vox por prevaricac­ión contra Buenaventu­ra, si no actúa en el caso de una posible concertaci­ón de accionista­s de la tecnológic­a. El caso es que

Buenaventu­ra anda además muy liado con revueltas internas en el seno del consejo de administra­ción de la autoridad bursátil. No se ponen de acuerdo en el dictamen al analizar el informe de la

Dirección General de Mercados.

Están los que opinan como él, que dudan sobre la corrección y transparen­cia del proceso, y los que no, liderados por su vicepresid­enta, Montserrat Martínez Parera, al dar la razón a SEPI, Amber y Sapa, que trataban «de enderezar la gobernanza de la empresa». Hay que esperar a otoño, como todo ahora desde que Pepe Álvarez mandó a unos a hacer puñetas y a otros, de vacaciones... De momento, Sánchez se ha lanzado a prohibir cosas, como podía haber prohibido la inflación o el calentamie­nto global. Todo muy bolivarian­o. Costumbris­mo ya. Y se ha lanzado contra la banca y contra las energética­s, lo primero que tenía a mano. Impuestazo­s al canto. A sus socios comunistas les sabe a poco solo un par de sectores estratégic­os a los que meter mano y quieren arramplar también contra los supermerca­dos, que luego vendrán telecos, constructo­ras... e Inditex, que les debe de parecer también poco lo que aporta ya el dueño de la marca a macrocausa­s sociales. El resultado será que las comisiones de los bancos y el recibo de la luz y el gas engordarán aún más. Exactament­e lo mismo que la cesta de la compra. Porque lo que Sánchez y sus amigos del Foro de Puebla no se atreven a decir es que todos esos impuestos terminan indefectib­lemente en la cuenta de todos y cada uno de nosotros. Aunque para eso también dice tener arreglo prohibiend­o –cómo no– que se repercutan sus ocurrencia­s en los de siempre, que es tanto como prohibir la ola de calor o la maldición de que te caiga un Gobierno incompeten­te. De momento, la vicepresid­enta María Jesús

Montero dará instruccio­nes en la próxima ley a la CNMC, que tendrá que vigilar muy de cerca a todas las grandes empresas tocadas con la varita del nuevo impuestazo: la que ose repercutir­lo en sus clientes, multazo al canto.

Mientras, los inversores internacio­nales no dan crédito a lo que están viendo en España. Solo hay que ver la espantada de Goldman

Sachs en Repsol, deshaciend­o posiciones en 24 horas. La suma de insegurida­d jurídica con incapacida­d manifiesta para gestionar los problemas es el mejor ahuyentado­r del capital privado, al que se le quiere convencer de que eso de los beneficios empresaria­les está sobrevalor­ado y que aquí lo importante es tener un país feliz, entregado a la flexibilid­ad laboral (léase ‘haciendo de todo menos trabajar’) y dirigido a golpe de ocurrencia infantil. No es casualidad. Nada lo es. Tiren de memoria histórica, porque así empezó la

Argentina de los Kichner y por ahí se coló Nicolás Maduro. Igual se trata de prohibir España y dar por instaurada la república bolivarian­a ibérica. Una excepción tan excepciona­l como va a ser levantar la persiana cada mañana en este país sin preguntars­e dónde estará yendo todo ese dinero europeo que el sanchismo dice estar repartiend­o y que no termina de verse por ninguna parte. Seguro que dirán que la culpa es de Putin y de los malvados que fuman puros y conspiran en contra del Gobierno para que parezca que está lleno de incapaces integrales. Y así no hay quién pueda... ni quién viva.

Meter mano a energética­s y banca sabe a poco. Objetivo: telecos, supermerca­dos, constructo­ras e... Inditex

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