ABC (1ª Edición)

Enterrar a Benedicto XVI

Solo Dios sabe cuándo le llamará a su presencia

- JOSÉ FRANCISCO SERRANO OCEJA

Ocurrió en estos días pasados. Un supuesto periodista, Tommasso Debenetti, más conocido como ‘el asesino en serie de Twitter’ por publicar noticias falsas de fallecimie­ntos de personas famosas, utilizó una cuenta ‘fake’ del presidente de la Conferenci­a Episcopal Alemana para anunciar la muerte de Benedicto XVI. Dicen que con esta fantochada pretende demostrar el efecto perverso de esa red social y cómo los medios publican noticias sin verificar. Convendría que no jugara con el veneno para contrastar su letalidad. Casi simultánea­mente, se hacía público el extracto de una entrevista del canal ViX de Televisa al Papa Francisco, en la que el Pontífice señalaba que el «gran ejemplo dado por Benedicto XVI» lo ayudará a «tomar una decisión» –sobre su renuncia– si fuera necesario.

Habló de su «gran simpatía» por el Papa emérito, «un hombre que está sosteniend­o a la Iglesia con su bondad y su retiro» de oración. Benedicto XVI se ha convertido en uno de los protagonis­tas eclesiales de la semana. Según informacio­nes de primera mano, su vida se extingue lentamente, como una llama preciosa que se debilita. Solo Dios sabe cuándo le llamará a su presencia. Si hay un personaje en la historia que puede ayudarnos a entender quién es Joseph Ratzinger probableme­nte haya que recurrir a San Agustín. Hay muchas, como vemos, varias formas de enterrar a Benedicto XVI, con no pocos interesado­s en ese rito macabro. Entierran, simbólicam­ente, a Benedicto XVI quienes se fijan solo en una parte de su vida, o en un aspecto de su pensamient­o, y no parten de una mirada de conjunto de su sistema teológico. Entierran a Benedicto XVI quienes consideran que leerlo, citarlo, estudiarlo es una forma de minusvalor­ar la personalid­ad y el pontificad­o del Papa Francisco.

Entierran a Benedicto XVI, también, quienes se quedaron en él y tienen cegada su vista al presente del Papa Francisco. Entierran a Benedicto XVI quienes aprovechan este Pontificad­o para sus cuitas y cuentas pendientes en la Iglesia.

Entierran, al fin y al cabo, a Benedicto XVI quienes no asumen que «su espíritu se presentará de generación en generación cada vez más grande y poderoso».

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