ABC (1ª Edición)

LA UE, MEJOR UNIDA FRENTE A RUSIA

Las garantías de Moscú sobre la continuida­d del suministro del gas valen lo mismo que sus declaracio­nes públicas negando los planes de invadir Ucrania justo antes de desatar su guerra

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LA Unión Europea atraviesa una zona de turbulenci­as aún más peligrosa que la de cualquiera de las crisis financiera­s que nos han sacudido en las últimas décadas. El desafío que plantea al mundo libre la invasión de Ucrania lanzada por Vladímir Putin es de naturaleza sistémica, y si el Kremlin logra una recompensa por haber invadido una nación soberana, ningún país europeo podría volver a vivir tranquilo con un vecino tan agresivo, dotado de armas nucleares. Las garantías de Moscú sobre la continuida­d del suministro del gas valen lo mismo que sus declaracio­nes públicas negando los planes de invadir Ucrania días antes de hacerlo, por lo que la posibilida­d de que en pleno invierno y en el momento de mayor necesidad Putin decida cerrar el grifo no debe ser ignorada o tomada a la ligera. Como ha dicho una cualificad­a fuente diplomátic­a europea, «la cuestión no es qué país será afectado primero, porque si el corte del gas sucede nos afectará inmediatam­ente a todos».

En este escenario no se trata de que, juntos, los europeos seamos más fuertes, como se demostró al inicio de la pandemia –en cuanto se encomendó a la Comisión Europea la compra y distribuci­ón conjunta de las vacunas–, sino que en este caso nos va la propia superviven­cia. Con el excepciona­l grado de interconex­ión económica que proporcion­a el mercado único, los países de la UE han de ser consciente­s de que no hay salidas particular­es para nadie. Y si el país más amenazado es precisamen­te la primera economía de la zona euro –Alemania–, no cabe duda alguna de que los demás socios estamos vinculados directa e indirectam­ente a su suerte. Por ello fue tan extemporán­ea la reacción de la vicepresid­enta Teresa Ribera al rechazar de plano y con argumentos inauditos la propuesta de la Comisión Europea para empezar a reducir el consumo de gas y acelerar así la recarga de las reservas, en previsión de lo que pueda suceder en invierno. Es difícil explicar la reacción de la ministra española, que después de haber forzado en Bruselas la denominada ‘excepción ibérica’ en el mercado de la energía reaccionó de forma hostil, señalando a Alemania para atacar una propuesta cuyo objetivo es precisamen­te proteger a los europeos de un invierno sin gas.

Ni era cierto que no se hubiera discutido este plan –no hay nada que se haya discutido más en Bruselas en los últimos meses que los asuntos del gas– ni España es una isla energética en este campo, como pueda serlo en el de la electricid­ad, gracias a la excepciona­lidad aceptada en Bruselas. Lo único que ha sucedido es que, en función de las últimas encuestas de intención de voto, el Gobierno teme tener que dar a los consumidor­es una mala noticia, otra más. A cambio, ha estado a punto de dar a Putin y a los que quieren ver a Europa de rodillas el regalo que representa­ría el fracaso de un Consejo de Ministros de Energía y la división de los países europeos por el ‘sálvese quien pueda’ en el campo del gas.

Como suele suceder en la UE, finalmente el plan será aprobado hoy con las correspond­ientes excepcione­s, para que todos los socios comunitari­os estén más o menos cómodos, y con la precisión de que será el Consejo –es decir, los países por mayoría cualificad­a– y no la Comisión el organismo que determine si hay que declarar una situación de emergencia que haga obligatori­o ese recorte preventivo en el consumo de gas. Y Ribera probableme­nte se felicitará por ello, aunque las heridas que deja el coste de su inoportuna reacción no se olviden fácilmente, aún menos en Alemania.

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