El Papa pide perdón siete veces ante los indígenas de Canadá
► El Pontífice lamentó la «cooperación de católicos en la destrucción cultural»
La primera ceremonia del Papa Francisco en Canadá fue una oración silenciosa ante un mar de cruces blancas. En el cementerio construido junto al antiguo internado para indígenas de Ermineskin, el Papa rezó por los cuatro mil niños que entraron en una de esas escuelas, y que allí fallecieron o que jamás regresaron a sus casas.
También en silencio, en silla de ruedas, el Pontífice se acercó a la explanada en la que se alzaba ese internado gestionado por religiosos católicos, que fue uno de los más grandes del país. El lugar abrió sus puertas en 1916 y hasta 1975, aunque seis años antes la Iglesia abandonó su gestión. Hay testimonios de personas que allí fueron castigadas por hablar su lengua materna y practicar sus ceremonias tradicionales.
El Papa contempló el lugar con rostro serio y conmovido, junto a varios líderes de comunidades indígenas. Luego, entró en una explanada circular en la que los pueblos indígenas realizan sus tradicionales ‘pow wow’, o reuniones de tribus. Allí le esperaban para el encuentro más delicado del viaje unos 2.000 supervivientes, junto a jefes indígenas de todo el país, ancianos y ‘guardianes del conocimiento’ de estos pueblos.
Le dio la bienvenida un exalumno de este internado, que fue Gran Jefe de la Confederación de Primeras Naciones, Wilton Littlechild. Lo llamó ‘Águila Blanca’ y le dio las «gracias por el enorme esfuerzo personal que ha hecho para venir hasta aquí» y por haber escuchado en Roma «los testimonios sobre cómo nuestra lengua fue reprimida, nuestra cultura arrebatada y nuestra espiritualidad denigrada».
Hasta en 12 lenguas
En su discurso, el Papa pidió siete veces perdón, una a Dios, y seis a los indígenas y a la sociedad. «Llego hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes», comenzó el Papa mientras lo traducían en hasta 12 lenguas indígenas.
Muchos le escuchaban con la mirada baja o con los ojos cerrados, otros no lograron contener las lágrimas. Con delicadeza, Francisco reconoció que «nuestro encuentro puede despertar recuerdos y heridas, y que muchos de ustedes podrían sentirse mal mientras hablo. Pero es justo hacer memoria, porque el olvido lleva a la indiferencia, que es lo opuesto al amor».
El Pontífice resumió el drama que sigue sangrando en estas tierras. Denunció cómo «las políticas de asimilación terminaron por marginar sistemáticamente a los pueblos indígenas; cómo, también por medio del sistema de escuelas residenciales, sus lenguas y culturas fueron denigradas y suprimidas; cómo los niños sufrieron abusos físicos y verbales, psicológicos y espirituales; cómo se los llevaron de sus casas cuando eran chiquitos y cómo esto marcó de manera indeleble la relación entre padres e hijos, entre abuelos y nietos».
«Les digo de todo corazón que estoy profundamente dolido: pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas», aseguró. «Pido perdón, en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales», añadió.
Reconoció que pedir perdón es sólo un primer paso, y que la sinceridad debe demostrarse con una «seria búsqueda de la verdad acerca del pasado, y ayudando a los supervivientes a realizar procesos de sanación de los traumas sufridos».
Mientras el Papa hablaba, en muchas comunidades indígenas del país se encendieron ‘fuegos sagrados’ que arden en momentos de curación y oración. Para despedirlo, le impusieron el símbolo de autoridad y confianza de estos pueblos, el sombrero de plumas de los grandes jefes.
«Las políticas de asimilación terminaron por marginar a los pueblos indígenas»