Tres plusmarcas en la capital del atletismo
Duplantis sigue miniaturizando a Bubka. No es sueco. Es estadounidense. Y ayer, ante su público, clausuró por todo lo alto unos Mundiales que comenzaron titubeantes y han dejado un espectacular balance de tres récords mundiales y carreras inolvidables. Hijo de un gran pertiguista, el estadounidense Greg Duplantis, compite con la camiseta sueca pero nació en Luisiana y allí ha pasado toda su vida. A los tres años agarró su primera pértiga en el jardín de su casa y no ha dejado de batir records desde los 6, hasta los colosales 6,21 metros que superó ayer ... o realmente no. La tecnología informa de que el representante de Suecia (sigue aprendiendo el idioma de su madre para poder hacer entrevistas) se elevó realmente por encima de 6,29. Es decir, le sobraron ocho centímetros. Bubka se frota los ojos.
La ciudad de Eugene, del tamaño de Getafe, es la capital del atletismo. La llaman ‘Track Town’ y ha albergado en muchas ocasiones los Olympic Trials estadounidenses. Allí nació la mítica del atleta Prefontaine, la leyenda del entrenador Bowerman y la compañía Nike, como cristalización del espíritu de los milleros de Oregón. Las míticas pistas de Hayward Field han sido un marco inigualable para estos Mundiales.
No ha sido Duplantis el único triunfador. Dos mujeres, vallistas, han dado dos puñetazos espectaculares sobre la mesa. Dos récords del mundo de dibujos animados. Uno muy esperado. El otro, muy inesperado. La plusmarca de Sydney McLaughlin estaba anunciada. La suya es una progresión imparable, el reflejo de un talento sin límites, una mujer que pasa las vallas como si no estuvieran y que está mostrando un potencial que puede marcarle una nueva carrera deportiva en los 400 lisos. McLaughlin, que rechazó ser representada por un agente del mundo del atletismo, comparte manager con estrellas de Hollywood. El crono que ha logrado en Oregon (50.63 en los 400 vallas) es de los que se pueden quedar una década durmiendo. Por si fuera poco, ayer completó el oro americano del 4x400 con una espectacular posta en 47.91. Es decir, habría ganado también el oro de los 400 metros si se hubiera inscrito.
La gran sorpresa la ha protagonizado una atleta de Nigeria, Tobi Amusan. Llegó a Eugene sin hacer ruido, realizó
una buena eliminatoria (12.40, el mejor crono) y dejó los fuegos artificiales para la jornada final. Amusan, formada atléticamente en la Universidad de Texas El Paso, corrió su semifinal con prisas, con ganas de impresionar. Detuvo el cronómetro en 12.12 y logró el primer récord mundial de la historia para Nigeria. En la final corrió aún más: 12.06 pero con un viento excesivo que borró la posibilidad de ratificar el récord. Amusan apunta ahora a una barrera mágica, impensable hasta ayer. Bajar de 12.00 era algo que sólo hacían los velocistas. Pero sin vallas.
Oregon ha confirmado también el talento inmenso de Jakob Ingebrigtsen, quien dio la cara en los 1.500 metros y perdió. Ayer se escondió y ganó los 5.000 metros. Recordó al Sebastian Coe de Moscú 80, que perdió el 800 con Ovett y regresó para ganar con rabia los 1.500 metros.
Y Cuba se ha desangrado del todo. Ése ha sido otro de los hechos tremendos de estos Mundiales: la desaparición de la isla caribeña. Los atletas cubanos abandonan su selección de atletismo, gota a gota, como si su país se tratara de una gran factoría de campeones que no sabe cuidarlos, mimarlos, retenerlos. La falta de libertad y la posibilidad de un futuro de bienestar los empuja a «escaparse» (como suelen decir ellos) y enriquece las selecciones de Portugal, España e Italia.