Ocho alegrías frente al saco de decepciones
► España supera su actuación reciente, pero sigue lejos de su mejor pasado
España no ha brillado en Oregón. Sí ha ofrecido algunas actuaciones espectaculares. Una docena de atletas que han estado en lo alto, por encima de sus marcas y sin perder la cara en una competición que sube y sube de nivel y donde las medallas y los puestos de honor están cada año más caros. Un total de ocho finalistas con dos bronces son un buen balance en una selección que ha mirado de reojo a los Europeos de agosto en Múnich. Ese torneo es la auténtica vara de medir del atletismo español.
Faltaba Ana Peleteiro. También el excubano Jordán Díaz. A los dos se les espera para 2024. El balance queda muy lejos de las cinco medallas de Stuttgart 93. Y de los 17 finalistas de Edmonton 01. Pero la tendencia es positiva, partiendo de las 0 medallas de Londres 17 y de la solitaria de Ortega en Doha 19.
Asier Martínez abrió la lata, algo fundamental en una selección de atletismo, donde todos miran a todos y la moral se contagia, hacia arriba o abajo, con facilidad. Su medalla mostraba que era posible un resultado muy superior al que muestran los rankings. Asier, el competidor supremo, que no teme a nadie, es la nueva alegría del atletismo español. Por su juventud, supone una promesa de éxitos para una década.
El regreso de los 1.500 metros ha sido otra gran noticia. La selección viajó con la polémica aún resonante de la exclusión de Nacho Fontes, que fue recolocado en el equipo tras el Covid de Mechaal. Justamente esa controversia ya alumbraba la noticia que se produciría en Eugene: la existencia de nuevo de un exceso de talento en la distancia mágica de nuestro atletismo. Cuatro grandes mediofondistas para solo tres plazas en el equipo. No defraudaron. Katir corrió con inteligencia y ganó un bronce muy valioso por detrás de Ingebrigtsen. Romo también cuajó una carrera espectacular con su cuarto puesto. Es otro talento descomunal, un mediofondista redondo, capaz de brillar en carreras a ritmos diferentes. Los 1.500 metros, incluso sin Mechaal, fueron la joya del atletismo español en Eugene, el reencuentro con un pasado glorioso.
La otra actuación brillante de España fue la del relevo corto femenino. Molina, Bestué, Sevilla y Pérez lograron dos records de España y firmaron una actuación impensable en la historia. Un quinto puesto con aroma de podio de cara a los próximos Europeos.
¿Qué falla en nuestro atletismo? Según Raúl Chapado, presidente de la Federación Española, «hay sectores en los que no hemos estado a la altura, pero estoy seguro que en Múnich eso va a cambiar». Los sectores a los que se refiere, como las carreras de fondo, los saltos o los lanzamientos, viven este año lejos de la élite mundial y se requieren planes a largo plazo para impulsarlos de nuevo. El excesivo elitismo que está mostrando Chapado a la hora de conceder becas o de limitar el acceso a los campeonatos de España deberá ser corregido para no limitar la base. De la cantidad emerge la calidad.
La marcha española es otro sector que ha decepcionado. Es un terreno extraño el de esta especialidad, siempre difícil de pronosticar, de analizar, con una tecnología que nunca llega para aplicar bien el reglamento. Las medallas en marcha aparecen cuando aparecen y se van de golpe. Como el arcoíris.