Lince: el fallido proyecto para forjar el tanque español definitivo en los años 90
► Aunque propuso inyectar millones en el blindado, el gobierno abandonó la idea
«España podría empezar a fabricar un nuevo carro de combate que se denominará Iberia». ABC desveló la existencia de un proyecto que se prometía revolucionario en noviembre de 1981. Poca información se daba más allá de que el tanque estaría basado en la tecnología del Leopard alemán. Según declaró el director de la división de defensa del Instituto Nacional de Industria, Gabriel Peña Aranda, la tecnología extranjera era clave para que las unidades acorazadas patrias estuvieran a la altura de sus vecinos.
Aquella decisión supuso la apertura de un nuevo horizonte y la clausura de un camino pedregoso iniciado tras la Segunda Guerra Mundial: la adquisición de excedentes de medio mundo para paliar el atraso del parque de vehículos español. Desde los M47 y M48 Patton comprados a EE.UU., hasta los vetustos AMX-30 galos producidos en los setenta.
Así, en octubre de 1984 el Gobierno confirmó que inyectaría unos 120.000 millones de pesetas en el proyecto, rebautizado como Lince. La idea era que la compañía Santa Bárbara fabricara los nuevos blindados de la mano de una empresa armamentística extranjera. La previsión inicial era ensamblar un total de cuatro centenares «para la primera década del 2000».
A partir de entonces comenzó una carrera entre naciones por tutelar la construcción del futuro tanque hispano. EE.UU. ofreció la tecnología utilizada para desarrollar el Abrams, el Reino Unido la de su Valiant e Italia la del OF-40. Francia, por su parte, propuso varias modificaciones de sus modelos existentes. Con todo, ninguno de estos países tomó la delantera. «El carro de combate español de los 90 tendrá tecnología alemana», narraba ABC en 1984, cuando se hizo pública la visita del ministro de Defensa germano a los acuartelamientos de la División Acorazada Brunete.
La empresa alemana que dio un paso al frente fue KraussMaffei, que por entonces producía el Leopard 2. Las bondades del blindado convirtieron a esta compañía en la deseada. «Un representante de esta empresa, el profesor Timmerman, se encuentra en España para mantener conversaciones con el Ejército», explicaba este diario en 1984.
Ese mismo año, Santa Bárbara y Krauss-Maffei presentaron el diseño para el proyecto Lince. Con 49 toneladas, sería más ligero y maniobrable que el Leopard 2A, de 55. Contaría además con un potente cañón de 120 milímetros y tendría una autonomía de 530 kilómetros.
Pero lo que tanto prometía quedó en nada. El Gobierno no cerró el proyecto con ninguna empresa y, en enero de 1987, el Consejo de Ministros aprobó la remodelación de los blindados galos. Fue el primer golpe. «La modernización del tanque AMX-30 puede frenar el proyecto Lince», publicaba Alfredo Florensa. Llevaba mucha razón.
El puñetazo definitivo lo dio en marzo de 1989 el ministro de Defensa Narcís Serra con una sencilla frase: «Consideramos que debemos dotar al Ejército de Tierra de un nuevo carro de combate y estamos en fase de decidir a qué modelo incorporarnos». Habían cambiado las tornas y lo que primaba, al final, era adquirir directamente blindados al exterior.