ABC (1ª Edición)

Felipe Conde, la saga que puso el alma a las guitarras de Cohen, Dylan y Paco de Lucía

► El taller de esta familia de artesanos lleva más de un siglo construyen­do los instrument­os de las principale­s figuras de la música mundial

- ISRAEL VIANA

Contaba Leonard Cohen durante la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias en 2011, que mientras hacía la maleta para viajar a España a recibir su galardón sintió «inquietud». El fallecido cantautor dijo que se veía como un «charlatán» que no merecía semejante honor por una actividad que, en realidad, no controlaba. «Si supiera de dónde vienen las buenas canciones, iría a ese lugar más a menudo», aseguró en presencia del entonces Príncipe Felipe y la distinguid­a audiencia del teatro Campoamor de Oviedo.

Y, a continuaci­ón, reveló conmovido: «Mientras hacía el equipaje, cogí mi guitarra. Tengo una Conde que está hecha en el gran taller de la calle Gravina número 7, en España. Es un instrument­o que adquirí hace más de cuarenta años. Lo saqué de la caja y lo alcé. Era como si estuviera lleno de helio, muy ligero. Entonces me lo acerqué a la cara, miré de cerca ese rosetón tan bellamente diseñado y aspiré la fragancia de la madera, esa que nunca muere. Era de cedro, y olía tan fresco como el primer día, cuando la compré. Y una voz parecía decirme: ‘Eres un hombre viejo y no has dado las gracias a la tierra donde surgió esa fragancia’. Así que hoy vengo aquí a agradecer a la tierra y al alma de este pueblo que me ha dado tanto».

Hace unos días, al llegar al último taller de Felipe Conde (Madrid, 1957) en el sótano de la calle Arrieta número 4, justo enfrente del Teatro Real, nos cruzamos con el lutier. Sale del portal con su bata gris a tirar el embalaje de la última remesa de madera llegada de África para el fondo y los aros de sus guitarras. Nos la enseña, pero se percata y pide, por favor, que no digamos de qué país viene ni de qué árbol es. «¡No! Estamos trabajando en un nuevo modelo con este material que no se ha utilizado antes. Será especial, pero no la hemos anunciado y pueden copiarnos», comenta sobre su secreto.

Ha pasado ya una década y todavía se emociona al recordar el que para muchos es el discurso más emocionant­e de la historia de los premios Príncipe de Asturias. El maestro artesano lo protagoniz­ó junto a aquel español que enseñó a Cohen, en Toronto, los seis acordes flamencos en los que basó todas sus canciones. Desde ‘Halleluyah’ a ‘Suzanne’, pasando por ‘The Partisan’ o ‘Take This Waltz’. Fueron solo tres clases antes de que su profesor se suicidara, marcando para siempre el camino del canadiense.

Al escuchar su intervenci­ón, Conde se sintió agradecido por su familia, que llevaba más de un siglo construyen­do las guitarras de los principale­s artistas del mundo sin grandes promocione­s. La historia de la saga se remonta a finales del siglo XIX, cuando su tío abuelo, Domingo Esteso, comenzó a trabajar con Manuel Ramírez. Y a la muerte de este, siguió trabajando para su viuda hasta independiz­arse en el local de Gravina mencionado por Cohen.

A finales de la década de 1920 entraron sus sobrinos, Faustino y Mariano Conde, tío y padre de Felipe, respectiva­mente, que construyer­on sus instrument­os al gran Regino Sainz de la Maza y Manolo de Huelva. Cuando Esteso murió en 1937 por una enfermedad respirator­ia contraída en el taller y la imposibili­dad de conseguir penicilina en plena Guerra Civil, los hermanos continuaro­n por su cuenta. Sus guitarras comenzaron a ser demandadas por figuras como el Niño Ricardo, Sabicas, Melchor de Marchena, Mario Escudero, los Habichuela y Paco de Lucía.

Antonio Sánchez

«Paco venía ya de niño a Gravina, porque su padre, Antonio Sánchez, tenía una relación casi de familia con mi padre y mi tío. Desde que se mudaron a la calle Ilustració­n desde Algeciras, a principios de los 60, todas sus guitarras las construimo­s nosotros. Nunca quiso otras. Recuerdo a Paco de joven practicand­o en el taller con las guitarras de ciprés y pino de abeto que compraba. Se pasaba horas allí», recuerda Conde.

En esa época, su padre y su tío introdujer­on por primera vez la madera de palosanto en la guitarra flamenca, con su caracterís­tico color negro, que se había utilizado solo para la clásica. Fue toda una revolución

que ayudó al de Lucía a conseguir un sonido propio, con un gran volumen, que hoy llegan buscando al taller de Arrieta guitarrist­as de todo el mundo. «Más del 90% de mis clientes actuales son de fuera de España», lamenta. En ese momento entran en el local dos de ellos. Uno austriaco residente en Washington, que asegura que las Conde «son muy famosas en Estados Unidos», y otro llegado exclusivam­ente de Los Ángeles. «¡Paco de Lucía era Dios!», suelta, mientras acaricia el modelo que ha venido a probar. Felipe le pone una funda para que los botones de su camisa no le hagan ni un rasguño. Bossa nova, folk americano, algo de jazz… su velocidad y pulsación son impresiona­ntes. Tras 15 minutos ensimismad­o, sonríe satisfecho y reconoce que toca con Steve Stevens, el guitarrist­a de Billy Idol, y que hace poco actuó en la ceremonia de los Grammy. «Vengo con 7.000 euros, pero no digas nada por si consigo un precio mejor», añade en voz baja entre risas.

Cuenta Conde que los hermanos de Paco de Lucía, Pepe y Ramón de Algeciras, le han comprado más de cuarenta guitarras a lo largo de su carrera, a unos precios que hoy oscilan entre los 5.000 y los 21.000 euros. Detrás vinieron Tomatito, Gerardo Núñez o Rafael Riqueni, hasta que el taller trascendió el flamenco y nuestras fronteras al llamar a su puerta Bob Dylan, David Byrne, Cat Stevens, Lenny Kravitz, John McLaughlin y Al Di Meola.

La familia trabajó siempre con maderas envejecida­s, algunas de 40 años. Según explica, hay que elegir bien el material de cada pieza: ébano de la India para el diapasón, pino-abeto alemán para la tapa, cedro de Brasil para el mástil, palosanto de Madagascar para el fondo de la guitarra clásica y ciprés español para el de la flamenca. «Solo hacemos 22 al año, trabajando dos a la vez cada mes. Quiero mimo, no me interesa hacer más», subraya, mientras toca una soleá con la réplica del modelo que su padre y su tío le hicieron a Paco de Lucía, en 1975, y con la que actuó hasta su muerte.

Sobre la mesa hay otra réplica recién terminada del modelo que le construyó a Di Meola, que pasará a firmar por el taller un día antes del concierto de homenaje a Paco de Lucía este sábado en el Teatro Real. En las paredes, guitarras de más de cien años, clavijeros de finales del siglo XIX y las cabezas de media luna que, en 1960, se convirtier­on en santo y seña de la firma. Conde muestra orgulloso, también, la guitarra española en miniatura que construyó cuando entró en Gravina, con 14 años, en 1971. Al lado está la que hizo su padre de niño con Domingo Esteso, en una tradición que han continuado sus hijos, Felipe y María, cuarta generación del negocio familiar. El futuro de la tradición está asegurado.

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ISABEL PERMUY
 ?? ?? Felipe Conde, en el taller de Arrieta, con una réplica de la guitarra de Paco de Lucía de 1975
Felipe Conde, en el taller de Arrieta, con una réplica de la guitarra de Paco de Lucía de 1975
 ?? ARCHIVO FAMILIAR ?? Comienzo de los trabajos de construcci­ón de dos de las guitarras Conde
ARCHIVO FAMILIAR Comienzo de los trabajos de construcci­ón de dos de las guitarras Conde
 ?? ARCHIVO FAMILIAR ?? Faustino y Mariano Conde, en el taller de la calle Gravina en 1970
ARCHIVO FAMILIAR Faustino y Mariano Conde, en el taller de la calle Gravina en 1970
 ?? MAYA BALANYÁ ?? Pepe Habichuela y Josemi Carmona, probando una de las guitarras
MAYA BALANYÁ Pepe Habichuela y Josemi Carmona, probando una de las guitarras
 ?? CHEMA CONESA ?? Felipe Conde, trabajando con sus hijos en el taller
CHEMA CONESA Felipe Conde, trabajando con sus hijos en el taller

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