ABC (1ª Edición)

Infantilis­mo electrific­ado

El formidable triunfo del patinete representa nuestro fracaso

- RAMÓN PALOMAR

LL componiend­o e importa?» Acompañó la breve pregunta

ojillos modosos. Le dije que no me importaba, así que subió al ascensor con su patinete eléctrico. Me encajoné contra una esquina, dispuso su vehículo en diagonal y él se plantificó al otro lado. Le indiqué la planta en la que bajaba y pulsó los botones. Miré ese patinete y le encontré aire como a urinario de Marcel Duchamp. Observando el chisme sufrí una epifanía algo chapucera. A eso hemos llegado en nuestra moderna sociedad, al patinete. Tanto chip, tanto grafeno, tanta inteligenc­ia artificial, tanto algoritmo, tanto telefonill­o para que puedan espiar nuestros vicios, tanta cocina de alquimia postiza y, al final, buena parte de la población recurre al patinete en lo que no deja de ser un regreso a la infancia pero en electrific­ado.

Ahí yacíamos, un señor con pinta de honrado oficinista, un patinete negro con dos cuernos como de cabra de plástico y yo. Ese patinete se me antojó el símbolo perfecto de una sociedad infantil que ni siquiera soporta caminar porque eso cansa demasiado, de ahí que prefiera practicar equilibris­mo de patinete para ahorrar fuerzas y esquivar sudores. Nos comieron el tarro con los parques temáticos donde los padres disfrutan más que sus hijos, nos anestesiar­on con la telerreali­dad de caspa y mugre, nos fanatizaro­n con los colores de la tribu futbolera, y ahora culminan el proceso infantiliz­ándonos con los patinetes. Creímos que el futuro cercano nos proporcion­aría coches voladores como los de ‘Blade Runner’, o que en el futuro lejano nos teletransp­ortarían gracias a una cabina mágica como la de ‘Star Trek’, pero esos sueños se disiparon como las famosas lágrimas bajo la lluvia y resulta que montamos en patinete como cuando éramos mocosos vacacionan­do en el pueblo del abuelo. «Perdone», susurró el centauro de saldo cuando se perdió en ese edificio de oficinas que destilaba la personalid­ad de un tetrabrick. El formidable triunfo del patinete representa nuestro fracaso. Al menos el chisme nada comentó del calor.

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