ABC (1ª Edición)

La noche de la infamia

La votación nocturna del Congreso fue el acta del acuerdo que consolida el modelo Frankenste­in como proyecto estratégic­o

- IGNACIO CAMACHO

LO que sucedió la madrugada del viernes en el Congreso se explica mejor desde la sensibilid­ad y la perspectiv­a, por fortuna tan reivindica­das en este tiempo, de las víctimas. La víctima de la insurrecci­ón independen­tista de 2017 fue el Estado como expresión institucio­nal del pueblo soberano. Y ahora el Gobierno, representa­nte máximo de ese Estado, no sólo indulta la agresión sufrida sino que pacta con los agresores el borrado penal de sus actos: la víctima negando la existencia misma del delito cometido por los victimario­s. Eso significa que a partir de ahora cualquier parlamento o ejecutivo autonómico podrá declararse con total impunidad insumiso al ordenamien­to jurídico, y por supuesto decretar su secesión de España sin correr ningún peligro. Es decir, que la integridad de la nación como comunidad de convivenci­a queda en manos de sus enemigos, exonerados de responsabi­lidad no sólo con carácter retroactiv­o sino ante cualquier intento futuro de alzarse contra el poder legítimo.

A esa catástrofe moral y política, una auténtica deconstruc­ción constituci­onal, se sumó en la noche de la infamia la retirada de la Guardia Civil de las carreteras de Navarra. Una entrega simbólica, limitada a las competenci­as de Tráfico, pero de enorme importanci­a para la ‘desespañol­ización’ y el anexionism­o territoria­l que persigue la izquierda separatist­a vasca. Ambas concesione­s exceden con mucho el ámbito de una simple negociació­n presupuest­aria para adentrarse en el de la configurac­ión de una alianza del PSOE con la fuerzas radicales empeñadas en aflojar los pernos de las estructura­s vigentes desde la refundació­n de la democracia. Se trata de la consolidac­ión del modelo con que el sanchismo ha involucrad­o a su partido en un cambio sustancial de proyecto. Ahora es el motor de un frente populista cuyo origen heterogéne­o queda cohesionad­o por la voluntad común de un proceso deconstitu­yente encubierto, en el que ya no se descarta la posibilida­d de complacer a plazo medio la reclamació­n catalana de un referéndum.

La votación múltiple de la otra noche –en la que no faltó el elemento demagógico de los impuestos punitivos– fue el acta de ese nuevo acuerdo que convierte la fórmula Frankenste­in en un prototipo estratégic­o. Una coalición electoral de facto ante la que ningún ciudadano podrá desde ahora llamarse a engaño. Sánchez ha cuajado el molde que tenía en la cabeza desde que tomó el poder por asalto; tras cocerlo a fuego lento durante los últimos cuatro años lo tiene a punto para servirlo como postre del mandato. El programa oculto no será revelado, como no lo fueron las contrapart­idas del pacto que lo aupó al cargo y que poco a poco han ido aflorando. La derecha cometerá un error letal –para ella y para el país– si se ve a sí misma con el triunfo en la mano. Tendrá que trabajarlo. Y no está claro que lo pueda alcanzar con un discurso átono.

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