La visita de la primera ministra francesa a Berlín no cura heridas
▶ Macron y Scholz limitan sus encuentros personales a la mínima expresión
La visita de la primera ministra francesa, Élisabeth Borne, al canciller, Olaf Scholz, terminó ayer con el anuncio de una asociación energética solidaria entre Francia y Alemania por la que París se compromete a suministrar gas a los vecinos alemanes, para facilitar su independencia de las fuentes rusas, mientras que Alemania por su parte se compromete a entregar electricidad, para ayudar a Francia a sobrellevar el delicado estado de varias de sus centrales nucleares.
Ambos firmaron una declaración conjunta sobre solidaridad energética que, sin embargo, no es más que decorado para hacer más presentable la crítica visita. En este acuerdo no hay novedad alguna, dado que Francia ya está suministrando ese ‘gas solidario’ a Alemania desde mediados de octubre. Macron se adelantó en la aplicación del acuerdo, cuando todavía estaba en fase de negociación, para poder abordar desde estos hechos consumados la negativa a la construcción del gasoducto MidCat, que interesaba tanto a Alemania como a España y a la que Francia se sigue oponiendo. Este anuncio vacío se producía después de que Scholz recibiese a Borne en la Cancillería con honores, un paso más en la intrincada operación de reparación de las relaciones bilaterales en la que cualquier mínima coincidencia entre los dos gobiernos es exhibida como prueba de continuidad de la complicidad que los dos países mantuvieron en tiempos pasados. «Francia y Alemania apoyarán a Ucrania hasta que termine el conflicto con Rusia», fue lo único que pudo destacar Borne tras su conversación con Scholz, además del intercambio energético, «desde el primer día de esta guerra brutal, nuestros dos países han brindado un apoyo inquebrantable a Ucrania... Hemos trabajado por una respuesta europea fuerte y conjunta... Apoyaremos a Ucrania hasta el final de este conflicto». El apoyo a Ucrania queda fijado, por tanto, como el mínimo común denominador del eje franco-alemán.
La verdadera novedad de este encuentro es que fuese la primera ministra Borne la que acudió a Berlín, en lugar de Macron, el habitual interlocutor con la Cancillería alemana. Macron ha recibido a varios ministros alemanes esta semana en el Elíseo, en lugar de limitar sus visitas a encuentros con sus homólogos como es habitual, y sin embargo envía a su primera ministra a ver al canciller, un gesto que habla de la escasa sintonía, cuando no abiertamente tensión personal entre Scholz y Macron. En las últimas semanas se han reiterado sorprendentes y vergonzosos gestos, como el hecho de que la última reunión entre el presidente francés y el canciller alemán en París terminase sin la conferencia de prensa habitual, en la que suelen responder a las preguntas de periodistas de los dos países. Macron ha querido demostrar que concede gran importancia a la reactivación del motor franco-alemán dedicando espacio en su agenda al ministro alemán de Economía, Robert Habeck, y a la de Exteriores Annalena Baerbock, ambos miembros del partido Los Verdes, así como al ministro de Finanzas, Christian Lindner, del Partido Liberal (FDP). Pero los encuentros de tú a tú con el socialdemócrata Scholz parecen atragantársele al presidente francés.
Acuerdo de mínimos
Tras la conversación entre Macron y Habeck del pasado martes, se dijo desde círculos franceses que la discusión entre el jefe de Estado y el ministro alemán había girado en torno al fortalecimiento de Europa como emplazamiento industrial y los altos precios de la energía. En principio, los Verdes están muy abiertos al proyecto de «soberanía europea» de Macron. Sin embargo, la disputa actual sobre el tope del precio del gas en la UE significa que incluso Los Verdes evitan respaldar a Macron en cuestiones clave en Bruselas. Francia exige un precio máximo para las importaciones de gas en la UE, mientras que Alemania se muestra escéptica sobre tales intervenciones en el mercado.
Borne y Scholz encontraron anoche al menos un tema común en la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de EE.UU., que representa una desventaja competitiva para la industria europea. Habeck ya había señalado anteriormente que la IRA no cumple con las reglas de la Organización Mundial del Comercio.
Scholz y Borne estuvieron ayer de acuerdo en que constituye un caso de proteccionismo, del que evitan por ahora acusar abiertamente a Joe Biden, y que no contempla la necesidad de generar menos gases de efecto invernadero en los Estados Unidos.