El Vermeer cuya autoría rechaza el museo propietario de EE.UU., pero confirma el Rijksmuseum
El centro holandés ultima la mayor exposición del artista, que en 2023 reunirá 28 (podrían ser 29) de sus 37 obras conocidas
Aún faltan dos meses y medio para que abra sus puertas en el Rijksmuseum de Ámsterdam la exposición del siglo: la primera monográfica que dedica en su historia a Vermeer, el pintor de Delft, y la mayor celebrada hasta la fecha. En 1996 el Mauritshuis de La Haya consiguió reunir 22 obras. Casi tres décadas después, el Rijksmuseum exhibirá, del 10 de febrero al 4 de junio de 2023, 28 obras de Vermeer (y puede que finalmente sean 29), de las 37 que se conocen. Ya se pueden adquirir online las entradas para una exposición que pretende batir todos los récords. La pinacoteca espera recibir unos 500.000 visitantes. Habrá aforo limitado (2.500-3.000 personas por día), pero se ampliará el horario de apertura. Una oportunidad única, pues difícilmente se reúnan de nuevo tantos Vermeer. No siempre gozó este pintor del éxito de hoy. Tras obtener gran fama, cayó en el olvido. Hasta que Thoré-Bürger lo redescubrió en 1866. Lo llamaba ‘la efigie de Delft’, por lo misterioso y enigmático que era.
Friso Lammertse, conservador de Pintura Holandesa del siglo XVII del Rijksmuseum, adelantó ayer en el Casón del Buen Retiro algunos detalles de la esperadísima muestra, así como jugosos detalles de la biografía y el trabajo del artista. «Sabemos poco de su vida –comenta Lammertse–. No hay cartas, ni diarios, ni retratos suyos. Pintó un autorretrato, pero está perdido». Dicen que podría ser el personaje vestido de negro que aparece a la izquierda en ‘La alcahueta’, de la Gemäldegalerie de Dresde. «Nació en 1632 en la posada de su padre. Era posadero y tratante de arte. Entonces se compraba arte en las posadas. Se casó a los 21 años con una joven rica y católica. Su suegra se oponía a ese matrimonio. Él era protestante. Vivía en el barrio de los Papas, donde residían todos los católicos. Tuvo 15 hijos, aunque solo 11 llegaron a la edad adulta. Murió en 1675».
Se cree que pudo pintar entre 45 y 50 obras a lo largo de 20 años de carrera. Rembrandt hizo más de 300. Tuvo Vermeer un patrono, que era panadero y que llegó a atesorar 21 de sus obras, la mitad de su producción. Advierte Lammertse que su pintura «no sería una ópera, como en el caso de Rubens y Tiziano,
sino música de cámara. Es magia, poesía absoluta. Una pintura sobre nada y sobre todo». ‘El príncipe de puntillismo’ firmó sus obras, pero no las dató.
Entre las 28 obras que estarán seguro en la exposición, destacan, aparte de las cuatro del Rijksmuseum, los tres Vermeer de la Frick Collection, un préstamo histórico. Ha sido posible porque el museo neoyorquino se halla cerrado por reforma. El Mauritshuis de La Haya hará lo propio y cederá sus tres obras del artista. El Metropolitan Museum de Nueva York, por su parte, prestará dos de sus cinco Vermeer (es el museo que más tiene). Explica Lammertse que en algunos casos lo impiden las cláusulas de los legados, que especifican que no pueden salir nunca del museo. En otros casos se debe a su frágil estado de conservación, como ocurre con ‘Lección de música’, de la Colección Real británica.
La National Gallery de Washington prestará cuatro cuadros, que figurarán en la exposición como obras de Vermeer. Llama la atención, pues el museo norteamericano ha hecho un estudio en profundidad sobre ellos y ‘Muchacha con flauta’ perdió su autoría recientemente. Resulta paradójico que el museo propietario del cuadro diga que no es un Vermeer y el museo de otro país diga que sí lo es. Preguntado por ABC sobre este asunto, dice Friso Lammertse que «hay un debate muy refinado entre ambos museos. La National Gallery de Washington cree que podría ser de su estudio, pero los conservadores del Rijksmuseum creemos que sí es de Vermeer. Hay obras de este artista más detalladas que otras, pero se han hallado pigmentos en este cuadro relacionados con otros de Vermeer». Apunta que fue un pintor solitario y no tuvo un taller. No hay evidencia de ello. El museo holandés confirmará también la atribución a Vermeer de dos obras sobre las que hubo dudas en su día, pero que hoy, dice Lammertse, hay consenso general: ‘Santa Práxedes’, del National Museum of Western Art de Tokio, y ‘Mujer joven sentada ante el virginal’, de la Leiden Collection de Nueva York.
En paradero desconocido
La muestra incluirá además préstamos de Londres, Edimburgo, Fráncfort, Berlín, Dublín o París. El Louvre cederá ‘La encajera’, aunque no ‘El astrónomo’. Otras ausencias destacadas son ‘El arte de la pintura’, del Kunsthistorisches Museum de Viena, que apenas viaja, aunque hace unos años vino al Prado, y ‘El concierto’, que fue robado en el Isabella Stewart Gardner Museum de Boston y sigue en paradero desconocido.
El Rijksmuseum, en colaboración con otros museos y la Universidad de Amberes, ha llevado a cabo una exhaustiva investigación de algunas obras de Vermeer. Gracias a la tecnología más puntera salieron a la luz arrepentimientos en ‘La lechera’: el artista esbozó con pintura negra un colgador de jarras, como el que había en su casa, y en la parte inferior derecha una cesta brasero para secar la ropa de los bebés. Decidió quitarlos de la composición. «Vermeer busca la sobriedad. Pinta libremente, hace rápidas pinceladas, aunque luego tarda medio año en acabar sus cuadros. Hizo un ‘sfumato’, pero menos ahumado que el de Leonardo», dice Lammertse. También hay cambios en otras obras como ‘La callejuela’, donde puso y quitó personajes, abrió y cerró puertas y contraventanas... Prueba y error. Vermeer, un pintor virtuoso, lento, pero más espontáneo de como lo pintan.