Las confusas obras del Camp Nou comprometen al Barcelona
La situación (el proyecto no está hecho, el permiso ya no sirve, los plazos son inciertos, el precio máximo no está cerrado...) amenaza el modelo de propiedad del club
Aunque el Fútbol Club Barcelona es optimista y a preguntas de ABC afirma, sobre las obras de reconstrucción del Camp Nou y su financiación, que «el dinero va llegando, pero no llega todo de golpe» y que «tampoco se contemplaba así en ningún momento, como si fuera un préstamo», en el entorno azulgrana hay una notable preocupación por cómo se van a llevar a cabo, cuál será su precio final y qué garantías va a exigir Goldman Sachs a cambio de arriesgar su dinero. El Barça insiste en que «las negociaciones son continuas y en cada reunión técnica se va evaluando el proyecto a medida que avanza. Y si avanza correctamente, y está avanzando bien, Goldman va poniendo el dinero». Estas reuniones «son semanales, o casi semanales, y de momento no se ha producido ningún bache. Ellos van pidiendo información de todo, lo que es normal, y el club se la da. Si todo sigue así, estamos seguros de que alcanzaremos el total asegurado».
Pero la realidad es más sombría y enrevesada. El proyecto ejecutivo para construir el Camp Nou con el nuevo formato impuesto por Laporta, con palcos en la segunda grada y una tercera grada totalmente nueva no prevista en el plan inicial, todavía no está hecho. A las desconocidas –y por lo tanto sospechosas– Torrella Ingeniería y JG Ingenieros se les encargó la dirección de obra pero no el proyecto constructivo. El que bajo mandato de la junta directiva anterior acabó la firma Nikken/b720/Idom era un proyecto básico avanzado que sirvió para pedir la licencia de obras, que ahora se ha tenido que volver a pedir y todavía se está tramitando en el Ayuntamiento de Barcelona, porque sobre el proyecto de Nikken se han hecho tantos cambios que el antiguo permiso ya no sirve. El club, en su intento de aparentar que las obras ya han empezado y que todo está bajo control, ha empezado a desmontar el marcador del gol sur con una mera licencia de derribo, que sólo sirve para esto. Además de la nueva licencia de obras, el club tiene pendiente negociar, también con el Ayuntamiento, el nuevo plan urbanístico, con las calles que quedarán afectadas por el nuevo estadio.
Pero lo que más preocupa es la mencionada prisa por empezar cuanto antes las obras. Tal es la urgencia del club por demostrar capacidad operativa que se está planteando adjudicar la obra sin tener acabado el proyecto constructivo, que incluye todos los cálculos de estructura, cubierta, tomas de energía y demás materiales; y que sea la constructora la que vaya fijando este proyecto mientras se ejecuta la obra. Esto significa que la adjudicación se llevaría a cabo sin precio cerrado, lo que dejaría al club en manos del contratista, y lo que ahora se calcula que podría costar unos 800 millones de euros (es el préstamo que el Barça ha pedido a Goldman Sachs), podría llegar a costar unos 1.500. Promotores inmobiliarios consultados por este periódico aseguran que «una adjudicación sin el precio cerrado y comprometido es el sueño húmedo de cualquier constructora».
La gravedad de tales prácticas puede pasar desapercibida al socio inexperto, ignorante y forofo, pero en modo alguno a Goldman Sachs. La banca de inversión judía exigía tener cerrado y garantizado el precio máximo por una constructora de primer nivel y con la debidas garantías. Al responder el Barça a tales demandas con la broma de Torrella Ingeniería, y sin concretar el proyecto constructivo ni su precio, Goldman Sachs –u otros fondos de inversión incluso más agresivos acostumbrados a jugar a esto– pedirán más garantías, que muy probablemente pasarán por las fincas de Les Corts, es decir, por el terreno del Camp Nou y alrededores. Y eso es lo que, más allá de las famosas palancas, puede acabar de comprometer el modelo de propiedad del club.
Esta remodelación es imprescindible y no hay duda de que va a realizarse. El estadio se construyó en 1957 con unos materiales de una obsolescencia calculada en los 50 o 60 años. La prisa de Laporta por parecer resolutivo, y la imperiosa necesidad física del inmueble, empujan al Barça a un futuro incierto e inquietante, poco halagüeño, hasta el punto de que el club no se atreve aún a iniciar las obras de adecuación del Estadio Olímpico, presupuestadas en 20 millones de euros, para que el equipo pueda jugar la próxima temporada –y probablemente la siguiente– mientras dure la remodelación del Camp Nou.
Por el camino ha quedado muerto y enterrado, por falta de recursos y de financiación, el flamante aunque menos acuciante proyecto del Espai Barça, que incluía la construcción de un nuevo Palau Blaugrana, un hotel y un edificio de oficinas.
Por el camino ha quedado enterrado, por falta de recursos y de financiación, el proyecto del Espai Barça