ABC (1ª Edición)

Sara, musa de sí misma

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Sara Carbonero es, ya, la fama misma, y por eso es noticia que cambie de fular, o que pase por el hospital, como ahora, aunque ella resulta una noticia sin noticia, una hermosa de gancho porque sí. De manera que Sara cumple a diario el spot de sí misma. Igual vende una pulsera de abalorio que un reloj de joya. Funciona tanto, y tan sostenidam­ente, que hasta asoma en esas encuestas periódicas de las mujeres más deseadas, o más seguidas, cuando ella es chavala de ánimo tímido y armario de ajuar largo.

Sara ya se separó de

Íker, pero ella es aún Íker, de alguna manera, sólo que al revés, porque Sara juega el fútbol de poner de moda una mecha mientras se pasea por Oporto, o por Madrid. Tiene una fotogenia total, casi virtual, y así cada retrato suyo es un negocio, porque la moda es imitación, y hay muchedumbr­es de chavalas que quieren parecerse a Sara Carbonero. La suya es una belleza apabullant­e, pero desde el golpe de la naturalida­d, y sus ojos son un susto de color oceánico. Por ahí ya es más difícil que la imiten. Un día, se cortó el pelo, y su estampa en Instagram fue un trueno. Yo la encuentro tan hermosa que da igual lo que se haga. Si se despeina un poco, se alborota el patio. Podríamos decir que es una ‘instagrame­r’ de Champions, una chica que lleva siempre la primicia en sí misma. Cada retrato suyo es un negocio, porque la moda es imitación, y hay muchedumbr­es de chavalas que prueban a ser Sara Carbonero, a diario. Yo recordaré siempre aquella pancarta de la Gran Vía madrileña, cuando la Roja vino de ganar el Mundial: ‘Íker, bésanos. Sara somos

todas’. Todas no son Sara, obviamente, pero hay muchas que sí quieren serlo. Entonces, y ahora.

A cada rato le sacan un novio, desde Kiki Morente,a Nacho Taboada. Ella a estas cosas no le da alimento, y yo creo que ya se va habituando a salir en los papeles de lo sentimenta­l, que es como decir que ya se va resignando a que el amor o el desamor se discuta en las peluquería­s. Cuando volvió de la temporada de Oporto, fue como fichar a una extranjera de la Roja, a una extranjera del Real Madrid de siempre. Íker Casillas ha completado una época, o varias, y no sólo en el fútbol, y eso ya va pasando también con Sara. Cuando ha vivido embarazada, más todavía la solicitaba­n los de la publicidad, porque no había mamá mejor. Si ya creaba tendencia poniéndose o quitándose una pulserita de agosto, supongan el tirón de Sara cuando era la más popular y esplendoro­sa premamá de la liga de las famosas. Ha llegado ya al virtuosism­o de promociona­r, como modelo, las prendas que ella diseña, con lo que es ‘archisara’, o sea, lo que ahora llaman creadoras de contenidos. Se ha logrado un prestigio como musa de tendencias, aunque yo ya la veo musa de sí misma. Ahora es diosa en el trajín de lo virtual, pero antes abrió para las muchachas de tele un fútbol de carmines, que es el fútbol femenino de preguntar a pie de campo, antes de que se pierdan los metrosexua­les del partido hasta la ducha. Es la titular ideal de quien quiera ganar por goleada en el fútbol de los anuncios. No sé yo si ya es más famosa de quien fuera su marido. No sé yo, aunque igual sí.

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