«El actor no debería ser tan conocido» «Con formar parte de una historia me doy por satisfecho, no necesito dinero ni reconocimiento»
▶ El intérprete da vida a un profesor de autoescuela en ‘No me gusta conducir’, que se estrenó ayer en el canal TNT
«Yo creo que es más fácil conducir bien si eres idiota», asegura Pablo Lopetegui (Juan Diego Botto), en uno de los seis capítulos, cortitos pero llenos de humor y ternura, de ‘No me gusta conducir’. TNT estrenó ayer la comedia creada por Borja Cobeaga (’Pagafantas’).
Lo acompañan Leonor Watling, Javier Cámara, Carlos Areces y Lucía Caraballo, actriz de futuro brillante. David Lorente es Lorenzo, profesor de la autoescuela.
Del barrio de las Margaritas, el actor jugó en el Getafe, pero un regate afortunado lo llevó a la actuación. Pocos conocen su nombre aunque ha encadenado ‘Antidisturbios’, ‘Venga Juan’, ‘Amar en tiempos revueltos’, ‘El inmortal’ y ‘Voy a pasármelo bien’. —Sorprende que alguien que ha representado «Las bicicletas son para el verano’ y ‘La vida es sueño’ alabe lo bien escrito que está un papel. —¡Totalmente, pero es verdad! Hace años no sabía bien leer un guion precisamente por eso, pero ya empiezo a discernir. Cuando iba por la mitad del primer capítulo, le dije a Concha, mi mujer: «Me ha caído un personajazo». —Venía de hacer otro profesor y ha enseñado teatro. —Yo he dado muchas clases, pero iba por otro lado. Don Agustín, de ‘Voy a pasármelo bien’, también estaba muy bien escrito. Mi profesor también se llamaba don Agustín, curiosamente. Hay un nexo de humanidad entre él y Lorenzo, se parecen en que tienen una mirada muy humana. —¿Empieza a tener más reconocimiento por la calle? —La tele te da mucha visibilidad y he encadenado muy buenos proyectos, pero me gusta mucho ser secundario. Protagonizar también, pero creo en la labor de equipo. Fui muy futbolero y jugaba para que el delantero metiera el gol. Tengo 52 años y voy muy poco a poco. —¿Qué papel marcó la diferencia?
—‘Antidisturbios’. Noté que el personaje del inspector Rosales había calado. —¿Encuentra mejores papeles por mérito propio o ha cambiado de agente? —Nunca tuve representante y ahora sí. Y se nota mucho, porque nunca he sabido moverme. —¿Se arrepiente de no haberlo hecho con 20 años? —Probablemente sí, porque era una cuestión de principios. Yo tenía un prejuicio y estaba equivocado. De todos modos, si quieres cosas como el dinero, el éxito y la fama, lo vas a conseguir con o sin representante. —En su currículum presume de ser buen futbolista. —Fui bueno. Llegué a Segunda, en el Getafe. Lo dejé porque me cedieron a un equipo de Preferente. Ahí dije: esto no. —No sale en la Wikipedia, con todos los papeles que ha hecho. ¿Cultiva el misterio? —Es porque soy un desastre. Yo actúo. Todo lo demás lo hago con gusto, pero no tengo redes, aunque no estoy en contra. —¿Por qué empezó a actuar? —Por mi madre. Nos contaba cuentos y un día nos dijo: «¿Queréis que hagamos teatro?». Cogió a todos los niños del bloque. Hicimos ‘Jesucristo Superstar’. Mi madre se metió a dirigirlo y formamos un grupo aficionado. Antes de salir, siempre me decía: «Qué suerte, que vas a salir a contar una historia». Eso lo mantengo. Me ayuda a no pensar en mí, sino en lo que voy a contar. —Hábleme de los sueños juveniles y de los de ahora. —¡Ufff!
—¿Envidia, por ejemplo, a los chicos que triunfan pronto? —¡No, no, no! Yo noto satisfacción en mi trabajo cuando formo parte de un proyecto que me mola. Cuando formo parte de algo que me gusta me doy por satisfecho y no necesito más dinero ni reconocimiento. —¿Ni premios?
—No me hace falta. De hecho, ahora que empiezo a ser más conocido, creo que el actor no debería ser tan conocido, porque hay algo de ilusión que se pierde.
—El ego es el peor enemigo. —Sí, y cuando empiezas a pensar en cómo estás, más que en cómo está la cosa, vas mal. Espero que no me pase o que no me esté pasando ya.