ABC (1ª Edición)

El juicio de la historia

La memoria de una época no es patrimonio de una sola persona

- LUIS HERRERO

LA paciencia de los muertos es inagotable, por mucho que la prisa de algunos vivos se empeñe en demostrar lo contrario. Franco no necesita pasar a la historia. Ya está en ella. Se sublevó contra la República, les madrugó a sus compañeros de armas la jefatura del Estado, ganó la guerra civil, instauró una dictadura y murió en la cama, cuatro décadas después, sin que las débiles protestas de los opositores al Régimen pudieran impedirlo. En la multitud de reseñas biográfica­s que se han escrito sobre el personaje, el hecho de que su cadáver haya sido desenterra­do del mausoleo granítico que él mismo mandó construir apenas merecerá una referencia sumaria, si llega a tanto, en la coda final de una nota a pie de página.

El hecho de que Sánchez aspire a pasar a los anales de la política por haber sido el promotor de ese hecho circunstan­cial, tan poco vinculado al bien común de los españoles, demuestra hasta qué punto es magra su ambición y elefantiás­ica su egolatría. La memoria de una época no es patrimonio de una sola persona, ni siquiera del clamor general que pueda prevalecer en una coyuntura histórica determinad­a. Para ver las cosas con perspectiv­a hacen falta distancia y serenidad de juicio, que son dos caracterís­ticas de las que Sánchez carece por completo. Él actúa con inmediatez y beligeranc­ia, como todos los de su oficio, y encima es tan fatuo que pretende escribir la historia, la propia y la ajena, al dictado de sus propios recuerdos. ¡Qué empeño tan estúpido!

La idea de Franco, después de desenterra­do, sigue siendo la misma que antes de que se levantara la lápida de mil quinientos kilogramos de peso con que sus coetáneos sellaron –ellos creían que para siempre– la tumba del Valle de los Caídos, y la que perdure de Sánchez, una vez que se mude de La Moncloa, no será la que a él le gustaría (si fuera así no habría panegirist­as suficiente­s para hacerle justicia), sino la que dictaminen los expertos. Es muy posible que influya en ellos la acreditada relación del susodicho con la exhumación de cadáveres, pero tengo para mí que no será de la de Franco de la que más se escriba, sino de la suya propia. Después de todo fue capaz de resucitar, políticame­nte hablando, cuando todos lo dábamos por muerto.

Esa capacidad de superviven­cia contra todo pronóstico es una de las cualidades que definen su trayectori­a. Si yo fuera su biógrafo la tendría muy en cuenta a la hora de redactar su epitafio. Escribiría algo así como «Aquí yace el hombre que supo sobrevivir a cualquier precio». Gobernó con su peor pesadilla, hizo con frecuencia lo contrario de lo que prometió, ahogó el debate parlamenta­rio en sobreabund­ancia de decretazos, colonizó casi todas las institucio­nes democrátic­as con polizones de su partido, se ciscó en la separación de poderes, encabritó a los jueces, debilitó los contrafuer­tes del Estado y le dio los planos de la mina a quienes venían a socavarlo. Pincho de tortilla y caña a que la historia lo pondrá donde se merece.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain