ABC (1ª Edición)

La muerte de Jiang Zemin añade más presión al régimen chino

► En plena revuelta contra el Covid cero, el fallecimie­nto del expresiden­te evoca una época de crecimient­o y apertura muy distinta a la de Xi Jinping

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN ASIA

Por si no había ya suficiente inestabili­dad en China con las protestas contra la política de Covid cero, ayer falleció el expresiden­te Jiang Zemin. A los 96 años y enfermo de leucemia, murió en Shanghái víctima de un fallo múltiple de sus órganos, según informa la prensa oficial. Por su avanzada edad y su ausencia el mes pasado en el XX Congreso del Partido Comunista de China, ya se sabía que estaba muy delicado de salud. De hecho, la última vez que se le vio en público fue el 1 de octubre de 2019, durante el desfile en Pekín por el 70 aniversari­o de la fundación de la República Popular China.

De carácter reformista y liberal, Jiang Zemin fue el verdadero artífice del crecimient­o económico de China desde la década de 1990 y, sobre todo, tras su integració­n en 2001 en la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), que disparó las exportacio­nes de la ‘fábrica global’. Durante su mandato como presidente, desde 1993 hasta 2003, Pekín consiguió también la adjudicaci­ón de los Juegos Olímpicos de 2008, que simbolizar­on la modernizac­ión de China y su apertura al mundo.

Pero eso no significa que fuera el ‘Gorbachov chino’, ya que nunca se planteó llevar a cabo reformas democrátic­as ni que el régimen cediera el poder. Alcalde de Shanghái a mediados de los años 80, fue nombrado secretario general del Partido Comunista justo tras la matanza de Tiananmen en 1989, cuando Deng Xiaoping lo llamó para continuar con la apertura económica después del brutal aplastamie­nto de la revuelta. En 1999, el propio Jiang también recurriría a la fuerza para acabar con las manifestac­iones del culto Falun Gong, ilegalizad­o y sometido a una feroz persecució­n desde entonces.

Como una prueba del destino, la muerte de Jiang Zemin llega en el momento más complicado de las últimas décadas para el régimen, en plenas manifestac­iones contra las restriccio­nes y confinamie­ntos de la política de Covid cero. No hay que olvidar que la muerte de otro líder reformista, Hu Yaobang, desencaden­ó en 1989 la revuelta popular que acabó en la masacre de Tiananmen. Ahora habrá que ver cómo se toman los chinos su muerte y cómo afronta el régimen de Xi Jinping los homenajes populares que puedan celebrarse, que en 1989 sirvieron para criticar a los dirigentes de entonces y pedir reformas democrátic­as.

Para empezar, ya son muchos los chinos que, en las redes sociales, recuerdan con nostalgia la ‘era dorada’ de Jiang y su carácter extroverti­do. Desempolva­dos de los archivos, por internet circulan numerosos vídeos que le muestran cantando y compartien­do bromas con otros dirigentes mundiales como el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.

Superpoten­cia

Pero esos vestigios de otra China muy distinta a la de ahora no se reducen solo a anécdotas coloristas. Al amparo del ‘milagro económico’ apadrinado por Jiang Zemin, que reconcilió a China con Occidente después de Tiananmen y la elevó al rango de superpoten­cia, floreció una sociedad más libre, abierta y esperanzad­a en el futuro. Las mejores pruebas de ello son las entrevista­s que concedió a periodista­s estadounid­enses como Mike Wallace en ‘60 minutos’, en las que no rehusó responder preguntas sobre Tiananmen y el destino del ‘hombre del tanque’ que se plantó ante una columna de carros blindados. Entrevista­s así son hoy imposibles con Xi Jinping, el presidente de una China cada vez más cerrada al mundo. Y, si se la concediera a alguna televisión extranjera, las preguntas estarían pactadas y esa cuestión sería vetada.

De igual modo, Jiang Zemin fue el primer dirigente de China que dejó el poder tras su mandato y dio paso a una nueva generación, encarnada por su sucesor, Hu Jintao. Ese liderazgo colectivo, instaurado para impedir los desmanes de Mao Zedong, ha sido derribado por Xi Jinping. Así se vio en el XX Congreso del Partido Comunista, donde no solo se perpetuó en el poder, sino que hasta ordenó echar a Hu Jintao.

Junto al progreso y la modernizac­ión que insufló a la sociedad china, entre las aportacion­es políticas de Jiang destacan la ‘teoría de la triple representa­tividad’, por la que abrió el Partido Comunista a las fuerzas productiva­s, es decir, a los empresario­s que habían proliferad­o en China al amparo de su extraordin­ario crecimient­o económico. Con Deng Xiaoping ya fallecido, Jiang Zemin capitalizó en 1997 la devolución de la excolonia británica de Hong Kong y abrió al mundo una China que hoy vuelve a estar cerrada tras su Gran Muralla.

Jiang Zemin reconcilió a China con Occidente después de Tiananmen y la elevó al rango de superpoten­cia

La muerte de otro líder reformista, Hu Yaobang, desencaden­ó en 1989 la revuelta que acabó en la masacre de Tiananmen

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// EFE Personal de tierra del aeropuerto de Pekín con traje protector
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