ABC (1ª Edición)

Último baile en Qatar

- MARÍA JOSÉ HOSTALRICH

Todavía no tengo claro si este va a ser recordado como el mejor Mundial de la historia o si resulta un sacrilegio solo compararlo, por ejemplo, con México 70. Conste que el debate está empezando a sonar, tímido, sin mucho cuerpo aún. Y acabará monopoliza­ndo tertulias. Al tiempo. Lo que ya nadie le va a quitar a Qatar 2022 es la etiqueta de Mundial de la vergüenza, ni su condición de raro, por aquello de las fechas. Pero, sobre todo, va a ser recordado porque en él convergen dos hechos que no olvidaremo­s jamás: el adiós de algunos de los más grandes jugadores de la historia del fútbol y el aquí estoy de los sucesores.

Argentina ya no podrá volver a insultar a Messi como solo ella sabe, sin piedad, ni filtro, ni razón. Se acabó. No volverá a un Mundial. Último baile, también, para Cristiano Ronaldo. Sus compañeros computarán los goles que marquen sin temor a que se los atribuya él, pero el fútbol pierde al mejor atleta convertido en poeta del balón que hemos visto nunca. Huele también a fin de fiesta para Modric, Bale, Lewandowsk­i, Muller, Neuer, Suárez, Busquets y quizás hasta para Griezmann, jugadores que, sin sentarse nunca en la mesa de los dos primeros, han sabido encontrar su sitio en la de al lado.

Claro que el imaginario colectivo siempre podrá descansar sobre la nostalgia de haberlos visto en Qatar. Y segurament­e, también, desde la ilusión de ver a algunos de los jóvenes talentos que asoman a su primer Mundial. Los Bellingham, Musiala, Vinicius, Pedri, Kudus o Gavi, entre otros, son el futuro aquí y ahora. Ninguno supera los 22 años. Líderes en sus equipos, reclaman ahora ese rol en la selección.

Haaland (sin Mundial esta vez) y Mbappé ya están listos para la fiesta. Los citados llevan tiempo llamando a la puerta. Si no se la abren, la tirarán. Ley de vida, dicen. Pero tendrá que ser más tarde. Porque aún nos queda medio campeonato y ese es el tiempo exacto del que disponemos para asimilar que algunos de los mejores futbolista­s de las dos últimas décadas no van a volver a ese escenario. Que no nos quiten ni un minuto, por favor. Porque nada volverá a ser lo mismo. Y cuando alguno de esos talentos levante un Mundial, lo que sucederá, veremos algo en ellos que nos retrotraer­á a este, raro e indigno, que se jugó cuando no tocaba. Será el momento de pensar que siempre nos quedará Qatar.

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