ABC (1ª Edición)

El galerista de los realistas

- JUAN MANUEL BONET

Claude Bernard (1929-2022)

Defensor de Balthus, Music, Bacon, López García o Xavier Valls, pero también de Geneviève Asse o de Cartier-Bresson, su acogedora sala negra de la parisiense rue des Beaux-Arts siempre ha sido de visita obligada

Fallecido en su París natal el pasado 16, y enterrado el 21 en el cementerio Montparnas­se, Claude Bernard nunca hablaba de su familia, los Haïm, ni de su infancia en el Séizième, ni de su vida privada, aunque sabemos que estudió en el Conservato­rio, y en l’École du Louvre. Culto, bon vivant y divertido, su galería del Sixième, en la que hasta hace poco estaba al pie del cañón, agazapado tras su mostrador, abrió sus puertas en 1957. En sus inicios expuso a escultores (Laurens, Noguchi, Louise Nevelson, Alicia Penalba, Rodin, Wotruba..), y a Kandinsky, y las obras de Wols que fueron de Henri-Pierre Roché. Poco a poco, se iría especializ­ando en los realismos. Hizo exposicion­es soberbias de Bonnard, Picasso, Léger, Morandi, Grosz, Lindner, Giacometti, Balthus, Music (con el que compartía el amor por Venecia), Saul Steinberg, Bacon (del que fue muy amiga su hermana Nadine) o Wyeth. Les hizo huecos a antiguos pop como Jim Dine, David Hockney, Peter Blake o Gilles Aillaud. Contra viento y marea, apostó fuerte por Botero,

Claudio Bravo, Cremonini, Tibor

Csernus, Siegfried Klapper, Maryan, Raymond Mason, Armando Morales, Rodrigo Moynihan, Seguí, Sam Szafran, Jacques Truphémus o Yannis Tsarouchis. La nómina de españoles a los que expuso incluye a Mompó, y a López García, María Moreno, Xavier Valls, Luis Marsans y Pedro Moreno Meyerhoff. Cuando murió Luis Fernández, a punto estaba de ficharlo. Con ocasión de la colectiva que de los cuatro últimos citados montó para la edición de 2020 de Art Paris, y de un texto que me encargó para la parte Fernández del catálogo (qué maravilla la marina, y el retrato a línea de Rafael Lasso de la Vega), me habló con nostalgia de aquel contrato nonato.

Aunque tiende lógicament­e a identificá­rsele con la causa realista, Claude Bernard no era insensible a otros modos de entender el arte. Expuso a una abstracta esencial como Geneviève Asse. También a Julius Bissier, Dubuffet, Estève, Matta o Gao Xingjian; a escultores como César, Roel d’Haese o Ipoustéguy; y a fotógrafos como Cartier Bresson, Martine Franck o Doisneau…

Claude Bernard siempre hizo catálogos cuidados. Entre sus prologuist­as, Arrabal, Damián Carlos Bayón, André du Bouchet, Italo Calvino, André Chastel, Jean Clair, Hugo Claus, Hubert Damisch, Durrenmatt, Umberto Eco, Dominique Fernandez, Carlos Fuentes, Marc Fumaroli, Werner Haftmann, Michel Leiris, Jean Leymarie, Gilbert Lascault, James Lord, Mandiargue­s, Antoni Marí, Annette Michelson, Bernard Noël, Yves Peyré, Raillard, Restany, Roditi, Severo Sarduy, Schéhadé, Werner Schmalemba­ch, Pierre Schneider, Seuphor o Mark Strand, una lista que nos habla de la capacidad de quien era también melómano (amigo de Boulez o de Alain Planès, organizaba conciertos en su casa de la Touraine, delante de cuyo órgano español lo retrató Botero), para estar en sintonía, no sólo con la palabra de los especialis­tas en arte, sino también con la de los poetas..

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