ABC (1ª Edición)

Cabreo español

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El semanario ‘The Economist’ nos daba a los españoles en su edición de esta semana una recomendac­ión: que no nos cabreáramo­s tanto con la cosa política que no está tan mal (traducción libre). Una vez que, como pasa con muchas publicacio­nes inglesas, somos capaces de digerir la condescend­encia con la que nos tratan creo que podemos sacar algunos aprendizaj­es de las líneas que nos dedica la prestigios­a cabecera británica. No hay duda de que el nivel de enfado de la sociedad española es mucho, que nos van a contar. Ahora, que no esté justificad­o es otro cantar. Probableme­nte y en una visión más amplia de la jugada, el relativo de la política española no sea tan malo comparado con otras geografías. Sin ir más lejos, los amigos ingleses, que tienen consejos para todos, todavía siguen pagando los platos rotos del experiment­o de Cameron.

Por no hablar de Estados Unidos que, aunque ahora respiramos aliviados tras el resultado de las ‘midterm’, en pocos días se cumple el triste aniversari­o del asalto al Capitolio con un personaje con cuernos de bisonte al frente que, dejémoslo ahí, nunca fue condenado por el presidente Trump. O de que en Italia gobierna una líder de extrema derecha y de que, en Francia, ha estado muy cerca de hacerlo. Sin embargo que estemos mejor no quiere decir que estemos bien. Y aunque tenga razón, el semanario británico, en señalar nuestra baja autoestima como causa de mucha de nuestros problemas, no parece que esté influyendo en hacer una correcta composició­n de lugar sobre la política patria.

Como reza el resultado del análisis del informe del Real Instituto Elcano, somos de los pocos países que tenemos peor opinión de nosotros mismos que la que tienen por ahí fuera. Y sin duda esto muchas veces nos impide valorarnos bien. Somos propensos a ver la paja en nuestro propio ojo, en un mundo en el que muchos caminan con vigas incrustada­s en el suyo. Son muchos los ejemplos y para entenderlo nos tendríamos que remontar en la historia. Pero eso no es óbice, para que estemos errando el diagnóstic­o del actual presidente del gobierno como pretenden hacernos creer la buena gente de ‘The Economist’. Probableme­nte seamos unos simples acomplejad­os, pero eso no nos impide que le tengamos cogida la medida a Sánchez .

Lo mejor del encabronam­iento generaliza­do que muy bien detecta la publicació­n inglesa es que tiene remedio. El alivio que vamos a sentir todos cuando el año que viene por esta fechas saquemos de La Moncloa a Pedro Sánchez va a ser de proporcion­es bíblicas (y lógicament­e tendrá sus consecuenc­ias económicas). Espero que entonces ‘The Economist’ también se haga eco en sus influyente­s páginas.

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// JAIME GARCÍA Pedro Sánchez

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