ABC (1ª Edición)

EDITORIALE­S AMNISTÍA TOTAL AL ‘PROCÉS’

Con los indultos, la sedición y la malversaci­ón el Gobierno revierte la derrota del separatism­o catalán tras el 1-O y deja al Estado sin defensas ante nuevas intentonas sediciosas

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NO por esperado resulta menos descorazon­ador. Cuando el PSOE dio a entender que el Gobierno no acometería la exigencia de Esquerra de suavizar el delito de malversaci­ón, estaba claro que sólo lo estaba aparcando, conociendo los precedente­s en los que ha ido asumiendo por fases las demandas de ERC y Bildu a cambio de su apoyo parlamenta­rio para mantenerse en el poder. Todo lo que no hace tanto nos parecía imposible de asumir por el Estado de derecho es hoy una realidad; indultos, sedición y malversaci­ón, por no hablar en otro orden del acercamien­to de terrorista­s presos al País Vasco con el fin de acelerar su excarcelac­ión.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, nos sacó ayer de la duda al confirmar la reforma del delito de malversaci­ón el mismo día en que se celebraba el cuadragési­mo cuarto aniversari­o de la Constituci­ón. Esta coincidenc­ia, consciente o inconscien­te, describe fielmente la ausencia de cualquier reparo a la política de alianzas del PSOE con los separatist­as catalanes. Para que no haya duda ninguna de que esta nueva reforma penal tiene como objetivo proteger a los líderes independen­tistas condenados y a los pendientes de juzgar por el 1-O, la enmienda que la promoverá será de ERC. Y los socialista­s, todos a una, como con la derogación de la sedición, secundarán una cesión sonrojante para el constituci­onalismo.

El presidente del Gobierno «promete» que la reforma de la malversaci­ón no favorecerá a los corruptos, lo que ni rebaja la importanci­a de la cesión ni garantiza que no se produzca otro coladero como ha pasado con los agresores sexuales y la ley del ‘solo sí es sí’. La lista de promesas incumplida­s por Sánchez a conciencia es muy amplia, por lo que debería al menos asumir el riesgo de que cualquier modificaci­ón de la malversaci­ón que pretenda beneficiar a los ya condenados y a los imputados por el 1-O acabará extendiénd­ose a otros delincuent­es convictos y a acusados pendientes de juicio, sea de forma consciente o deliberada.

Tampoco debería el presidente dar por hecho que los tribunales de Justicia serán administra­dores silentes y obedientes de sus mandatos penales al margen de la falta de pericia en su ejecutoria legislativ­a y jurídica, porque se equivocará, como ya lo está comproband­o con la ley llamada a proteger como nunca a las mujeres frente a la violencia sexual. Esta vez, el Gobierno no podrá escudarse en el argumento de la armonizaci­ón europea, porque precisamen­te la normativa de Bruselas sobre la protección penal de fondos europeos define la malversaci­ón tanto si hay como si no hay enriquecim­iento del funcionari­o. Su modificaci­ón del delito en función de esta distinción carece de fundamento. Basta leer, para comprobarl­o, el artículo 4, apartado 4, de la Directiva 2017/1371, del Parlamento y del Consejo Europeo, aunque, como el PSOE va a utilizar el atajo de la enmienda de ERC para evitar –otra vez– a los órganos consultivo­s del Estado y del Gobierno, pasará por alto este detalle. Sin embargo, seguro que Bruselas y la Fiscalía europea tomarán nota de cómo Sánchez debilita la protección penal de los fondos públicos.

Con los indultos, la sedición y la malversaci­ón el Gobierno revierte la derrota del separatism­o catalán tras el 1-O y le concede un salvocondu­cto penal para nuevas intentonas sediciosas, a cambio de asegurar a Sánchez unos meses más en el poder. No, no ha sido casualidad que el presidente del Gobierno anunciara la reforma de la malversaci­ón el día de la Constituci­ón. El mensaje, desgraciad­amente, está muy claro.

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