La esquela de Ciudadanos
La pugna entre Arrimadas y Bal es una estrategia agonística para pasar del logos al pathos. La suerte está echada
POCAS cosas hay en esta vida más tristes que una discusión entre mendigos. Arrimadas y Bal se están disputando los cartones en los que ha pernoctado Ciudadanos desde que su proyecto político sacó los pies de la cuerda floja del centro ideológico y se puso a andar con un pie en el vacío de su izquierda y otro pie en la nada de su derecha. El batacazo era inevitable y por capítulos: adiós al gobierno en Castilla, adiós en Andalucía... El partido naranja se está muriendo a chorros, bien porque sus fundadores se han dado a la fuga mayoritariamente hacia el PP, bien porque su base orgánica se construyó con materiales fungibles. La idea fallida de actuar como bisagra electoral se fue al garete cuando Albert Rivera le dijo que no a Pedro Sánchez y le dejó el populismo comunista como única alternativa. Ese juego del péndulo, pactando en la Mancha con el PSOE y en Madrid o Andalucía con el PP, no tenía otro futuro que la inanición. Porque iba contra la levadura que permitió al partido ocupar el mayor espacio jamás soñado por los liberales hace apenas tres años y medio. Aquellos 57 escaños fueron un trampantojo. En cuanto los españoles le dieron la llave, Ciudadanos se echó a temblar y la tiró al mar. Llegó a gobernar en coalición en Madrid, Andalucía, Castilla y León, Murcia y Melilla, pero no sólo despilfarró en una sola legislatura cualquier opción de mantenerse arriba, sino que obró el ‘milagro’ de pasar del poder a la nada en varias comunidades. Y lo mismo le va a ocurrir en las próximas municipales en Madrid, Zaragoza, Málaga, Murcia, Granada, Melilla, Palencia... Los motivos del descalabro son muy variados: desde que el partido se montó con descartes de otras formaciones a que su cúpula ha traicionado la doctrina que inspiró su creación. Pero a veces la mejor manera de explicar las cosas es bajar al detalle: en Ciudad Real y Albacete está gobernando tras un pacto con el PSOE de dos años para cada uno y en Badajoz tiene el mismo acuerdo, pero con el PP. No sé si me explico.
El liberalismo no era esto. Fueron muchos los españoles que pusieron su esperanza en la papeleta naranja en defensa de las libertades individuales, el capitalismo, el imperio de la ley, la tolerancia y todos los valores archiconocidos de la derecha clásica. Pero la idiosincrasia de este movimiento se aguó con el desembarco de políticos profesionales que venían rebotados de otros partidos y, sobre todo, con los inexplicables bandazos de sus líderes poniendo y quitando gobiernos a ambos lados de su espectro. La pugna entre Arrimadas y Bal, que logró en Madrid un fracaso verecundo como candidato sacando un cero patatero después de haber gobernado, es sólo una estrategia agonística, un paso del logos al pathos con el objetivo de conmover a los últimos románticos. No nos engañemos, quedan apenas unos meses para que la esquela de Ciudadanos salga publicada en ABC.