ABC (1ª Edición)

No eres nadie

No hará falta un nuevo periodo constituye­nte, bastará con llevar al TC a quienes lo llevan programado de fábrica

- MANUEL MARÍN

NO eres nadie si nunca usaste términos como distopía, ‘woke’, magufo, orwelliano, ecofeminis­ta, queer, cancelació­n, ‘overthinki­ng’ o guerra cultural. Se utilizan, definen pensamient­os, fabrican doctrinas, simplifica­n tu vida hasta reducirla a tópicos y luego se convierten en modas que van pasando, como las hombreras anchas o los calcetines blancos para zapato negro. Ahora toca lo ‘iliberal’. Supongo que como sustitutiv­o de latiguillo­s agotados como populismo, polarizado­r, autoritari­o, intervenci­onista, cesarismo… La crisis de lo liberal, autoinflig­ida por la estupidez y desmesura con que el poder absoluto de la partitocra­cia lo vicia todo, nos da una patada en la boca y desguaza el pensamient­o hasta encasillar­lo en vulgaridad­es con las que debes identifica­rte porque sí. De lo contrario, caducas, te anclas en tu pasado, no evoluciona­s, y solo entonces eliges por pura resignació­n. Terminas rumiando que tu modelo ha sido superado. Quien lea a Fukuyama, incluso en diagonal, maldice que nos hayamos dejado ir con tanto magreo a las democracia­s liberales, con la prostituci­ón de las constituci­ones, o con tomar al ciudadano-contribuye­nte por imbécil. Sorman lamenta que el liberalism­o esté débil y asediado y sea incapaz de «canalizar el mal contemporá­neo». Pero no lo percibe como una renuncia, sino como la oportunida­d idónea de un renacimien­to. Veremos.

En una brutal biografía de Benjamin Constant, uno de esos iconos del liberalism­o maltratado por los siglos que Ángel Rivero ha recuperado a base de lógica histórica y delicia literaria, hay una evidencia difícil de advertir. El mundo no se guía solo por ideologías a izquierda y derecha, sino por modelos: por el hombre o contra el hombre. Nadie acertaría hoy a describir si Constant era de izquierdas o de derechas. Fue un «educador en el liberalism­o y un aplicado defensor del parlamenta­rismo como mejor sistema para acomodar la libertad individual». Eso hace tres siglos era asimilable a la izquierda; hoy en cambio, resulta derecha fascistoid­e. La lucha ya no es de conceptos, sino de detección de atajos. Los llantos por el liberalism­o moribundo a manos de una globalizac­ión digital que avanza hacia proteccion­ismos nacionalis­tas ya son estériles. Y lo peor es que los avisos no sirven de mucho. Quizás, solo para certificar la decadencia de las democracia­s liberales, cuando no su defunción a manos de un populismo forense en plena autopsia.

Es el primer año de muchos que no llegamos al 6-D con todo el victimario doctrinal de la izquierda empeñado en que la Constituci­ón está desfasada en su espíritu, caduca en su letra y obsoleta en su eficacia. Aquel gota a gota de años, pesadísimo, ha sido abandonado, pero no porque derogarla no sea su objetivo, sino porque han mutado su estrategia. El atajo consiste en manosear las leyes para que, sin tocar la Constituci­ón, sí se reviertan sus efectos. No hará falta ningún nuevo periodo constituye­nte, bastará con sentar en el TC a quienes lo llevan programado de fábrica. Mientras el liberal se flagela meditando hacia dónde avanza, la maquinaria teledirigi­da por la uniformida­d iliberal maquina, ejecuta y rompe. Y en la sala de autopsias solo se oye un réquiem por tanto constituci­onalista inflamado de inanidad. No somos nadie.

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