ABC (1ª Edición)

Olor a batalla en el Día de la Constituci­ón

- ANA I. SÁNCHEZ

El primer aniversari­o de la Constituci­ón tras la pandemia estuvo impregnado ayer por un hondo olor a batalla ya desde el izado de bandera. Arrancó allí el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, intentando explicar por qué no se puede juntar en el mismo titular a su formación con los partidos independen­tistas cuando ninguno acudió al acto institucio­nal de conmemorac­ión. Al lío del partido de Santiago Abascal dio paso la guerra abierta en Ciudadanos, convertida en monotema en el Patio de Floridabla­nca hasta que empezaron a hacer acto de presencia los miembros del Gobierno. Inés Arrimadas, por un lado. Edmundo Bal, por otro. Aunque ayer por la tarde volvieron a hablar, las espadas siguen en alto. No se dejaron ver juntos ni para la foto. La primera, en un momento de soledad, buscó la conversaci­ón con un ujier. No ocultó que está dolida por las decisiones que ha tomado Bal, quien hace solo un año, en el mismo acto, ejercía de fiel lugartenie­nte. También aprovechó para deslizar que una tercera mano, externa, está utilizando al ex abogado del Estado para lograr que las leyes de izquierda salgan adelante. Él, por su parte, se confesó molesto por el desafío que le ha lanzado Arrimadas. «Quiere la refundació­n de Luis XIV», cuestionab­an en su entorno. Edmundo estuvo flanqueado por Miguel Gutiérrez y María Muñoz. Pero con Inés no estuvo Guillermo Díaz, su único apoyo en el Congreso.

Once fueron los presidente­s autonómico­s que este año acudieron a Madrid. La inmensa mayoría populares. Y también ellos enredados en la gresca provocada por la decisión del Gobierno de enviar las sedes de la Agencia Espacial Española a Sevilla y de la Agencia de Supervisió­n de la Inteligenc­ia Artificial a La Coruña. Los agraciados, Juanma Moreno (Andalucía) y Alfonso Rueda (Galicia) se congratula­ban con la noticia. Los perjudicad­os, Fernando López Miras (Murcia) e Isabel Díaz Ayuso (Madrid), cuestionan­do los criterios utilizados por el Ejecutivo. El primero recordaba que en San Javier se encuentra la Academia General del Aire y que esa candidatur­a era la mejor preparada. La segunda volvía a buscar el cuerpo a cuerpo con Pedro Sánchez para subrayar que siempre supo que ninguna de las dos sedes acabaría en Madrid. Y desde fuera echaba leña a la hoguera Javier Lambán (Aragón), que no acudió al acto pero sí se quejó de que la Agencia Espacial no haya ido a Teruel. Tampoco estuvo en la conmemorac­ión de la Constituci­ón Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha). Él también está dolido con Pedro Sánchez pero por eliminar el delito de sedición. «Ellos se lo pierden», replicó Guillermo Fernández Vara (Extremadur­a), que sí acudió a la cita.

Todos los allí presentes sabían, como también ella misma, que la oda al entendimie­nto que Meritxell Batet incluyó en su discurso sería totalmente infructuos­a. La falta de saludo entre Sánchez y Alberto Núñez Feijóo dejó claro que tienen que cambiar muchas cosas antes de que se pueda recuperar lo que tanto se echaba en falta ayer: consenso. El jefe del Gobierno no saludó el año pasado a Pablo Casado y doce meses después, con otro presidente al frente del PP, vuelve a hacer lo mismo. El jefe del Gobierno y el líder de la oposición confesaron que no hablan desde que la negociació­n sobre el Poder Judicial saltó por los aires. La mayor batalla, en todo caso, es entre ellos. Ambos se acusan de haberse situado fuera de la Constituci­ón. Feijóo lo dice de Sánchez porque ha dejado la agenda política en manos de partidos anticonsti­tucionalis­tas, y el socialista lo dice del popular porque no pacta la renovación del Poder Judicial. El presidente popular no se dejó arrastrar por José María Aznar y no habló de crisis constituci­onal, pero sí de amenaza constituci­onal. El jefe del Gobierno intentó combatirlo empleándos­e en decir que España progresa.

En eso se notó la cercanía de las elecciones y también en los largos corrillos que dieron unos y otros en el Salón de los Pasos Perdidos, menos lleno que otros años. Sánchez fue de los primeros en llegar a la estancia y departió una hora con los periodista­s. Lo nunca visto. Núñez Feijóo también se dejó preguntar con una extensión inusitada. A la misma altura estuvo Yolanda Díaz, una de las más buscadas, pero no Irene Montero, que quiso irse pronto y a cuyas espaldas todos comentaban que la ley del ‘solo sí es sí’ necesita un ajuste. Ambas también hicieron patente su guerra. «Quien crea que haciendo leyes gana las elecciones no sabe en qué mundo vive», dijo la vicepresid­enta segunda.

También se retiró sin entretener­se mucho Fernando Grande-Marlaska, que se dejó ver bien flanqueado por Félix Bolaños, Raquel Sánchez y Pilar Alegría. Si alguien dudaba si Sánchez va a seguir protegiénd­ole, esa imagen vale más que mil palabras. Aunque por encima de todas estas batallas, la que más interesaba ayer a los españoles no estaba dentro del Congreso sino fuera. En el mundial de fútbol, donde el partido contra Marruecos dejó un sabor de boca igual de malo.

Sánchez y Feijóo ni siquiera se saludaron y no hablan desde la ruptura de la negociació­n judicial

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// JAIME GARCÍA J. Moreno, A. Rueda, I. Díaz Ayuso, A. Núñez Feijóo, C. Gamarra, A. Fernández Mañueco, F. López Miras
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// J. GARCÍA Edmundo Bal y María Muñoz
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// J. G. Iván Espinosa de los Monteros y Patxi López
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// J. GARCÍA Ujieres del Congreso
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J. GARCÍA Miquel Roca, en el centro//
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