18 años, papá

Tuve el mayor frío que puede tener un hombre

T

E fuiste con la pastilla azul en mi lengua, un médico de cejas negras con el reanimador cardiopulmonar en una caja de cuero y cierre de velcro, y una hija que, como yo, se llevó la verdad de repente. Éramos jóvenes y se nos paró de repente todo a los dos hermanos. No quise entrar al dormitorio donde estabas vestido, otra vez, de novio. Abajo, en la calle, después de la ambulancia, se quedaron espacios vacíos donde nadie aparcó. Yo venía de jugar al fútbol, a la mañana me habías llevado a la radio, y la última conversación fue sobre Zapatero. Nadie elige la última palabra.

Yo, Papá, te recuerdo en estas páginas porque, aunque vaya y venga, aunque pase por Vascongadas y Cataluña, aún me acuerdo de aquel día. Era un diciembre pelón como este, y alguna crisis habría que nos peleamos con la gasolina como metáfora de algo más hondo.

No tuve valor, ninguno. No besé tu frente fría en el lecho. Encendí, entre plañideras y cucarachas de negro, el ordenador y no pude hacerte ni un mísero poema.

Recuerdo que hui en la furgoneta de un amigo, que después de la noticia me fui y a tu hija le di las malas nuevas. Tuve el mayor frío que puede tener un hombre, pero no lloré porque ya venía llorado de cuna. Van a hacer 18 años, y aquí hay lo que hay, los vivos son más vivos y los muertos, más muertos. Leías el manual de Sociología en el sofá, leías los editoriales, sólo los editoriales, en el sofá, y yo te venía con mis ganas de cambiar el mundo. Se quedaron portadas sin abrir, temas sin tratar, pero quizá te libraste de un secuestro civil, de un Mundial, de que te coartaran la libertad por hombre y de mucho más.

Jamás te vi canas. Yo ya las tengo. A veces me parezco a ti en los espejos del piso de Madrid. En esos espejos veo un ‘tú’, que soy yo, al que le pesa más la vida; por eso lo de las canas desde la barba hasta la rabadilla. Y de ahí hasta donde nadie puede ni imaginar.

Anochece y estoy solo, obviando el fútbol. Vuelvo a tener frío, ese frío de entonces. Me canso de ser hombre. Olvidé tu móvil. 18 años a verlas venir en la peor de las Españas.