Siempre Serrat
Vete tranquilo. Nos has dejado tus canciones y tu humanidad. Ése es un legado indestructible
ESTO no es un adiós, sino un gracias. Gracias porque era la música de fondo que sonaba en nuestro primer beso, en los lejanos veranos de la adolescencia, en los dolorosos desengaños de nuestros amores juveniles. Siempre has estado ahí, en nuestra vida. Nadie como tú ha sabido expresar con canciones los sentimientos a los que ni siquiera éramos capaces de poner nombre.
Cuando anteanoche disté unos pasos atrás y abandonaste el escenario para desaparecer tras una cortina, pensé en la fugacidad de la vida, en lo rápido que ha pasado el medio siglo desde que compré tu primer disco. Era aquel con letra de los poemas de Antonio Machado, cuya obra empecé a leer febrilmente.
Lo tuyo no han sido ni las romanzas de los tenores huecos ni el coro de los grillos que cantan a la luna y sí una voz entre los ecos. Has acertado a condensar en palabras llanas y simples lo que vivimos la generación que hoy te acompaña en el momento de la despedida. Porque nadie quería que te marchases, nadie quería que acabara ese concierto en el que miles de madrileños encendieron las linternas de los móviles para decirte adiós.
Afirmaste que una canción es mucho más que poner música a las palabras, como establece la Academia. Así es. Sobre todo, es una emoción. Como la canción de cuna que te susurraba tu madre y que volviste a interpretar cuando la realidad se torna polvo y ceniza.
Hay un hilo invisible que compartimos: nuestro amor al Poble Sec, el barrio de tu infancia. Yo también tuve allí una novia y unos amigos con los que bebía pastis en las noches de San Juan, sentados en la mesa de un bar en la calle y rodeados de luces y serpentinas.
El tiempo lo borra todo. Lo ha borrado todo. Por eso necesitamos escuchar tu ‘Mediterráneo’, el himno de nuestra generación, ‘Penélope’, ‘Lucía’ o ‘La mujer que yo quiero’. Porque no importa lo que hemos vivido sino cómo lo recordamos. Y eso es posible a través de tu música.
No todo ha sido sencillo, ni tu carrera ha estado exenta de sufrimientos y sinsabores como tu exilio durante los estertores del franquismo. Pero lo más importante es lo que apuntaban los clásicos: que no hay estética sin ética. Y tú eres un ejemplo de ello. Bien puedes decir, como Don Antonio, aquello de nada os debo y me debéis cuanto he escrito. Nunca saldaremos esa deuda.
Me emocionaron las referencias a tu abuelo, asesinado en la Guerra Civil, y a tus padres. Es justo que les rindas tributo porque, como evocabas, ellos te enseñaron los caminos por donde no debías transitar. Hay una profunda verdad en esa apelación a los orígenes. Tu futuro estaba tal vez escrito en esa canción de cuna de tu madre, la que hacía pijamas para ganar un sobresueldo.
Vete tranquilo. Nos has dejado tus canciones y tu humanidad. Ése es un legado indestructible. Vivirás. Tu voz es inmortal.