En el lugar de las víctimas
Autora: Inmaculada Alvear. Dirección: Luis Miguel González Cruz. Iluminación y espacio escénico: Miguel Ángel Camacho. Vestuario: Sara Ortiz de Villajos. Audiovisuales: Guillermo Ynat y Alba Trapero. Intérprete: Chema Ruiz. Teatro Fernán Gómez, Madrid
En nuestras sociedades contemporáneas la identidad no es algo monolítico, cerrado en sí mismo, sino algo que fluye, una zona de tránsito. Sentimos, por eso, nuestro yo y las emociones de nuestro yo como un teatro de apariencias en el que no dejan de actuar diferentes personajes. No somos uno sino una multitud. Esto es lo que plantea Inmaculada Alvear en ‘Paraíso’, en este monólogo dramático de zombis en el que alguien se convierte en otro. Más allá de la peripecia médica del argumento, Alvear nos invita a contemplar qué somos cuando nos convertimos en aquello que despreciamos, cuando ese alto ejecutivo de una importante empresa turística llamado Juan se transforma en una de sus víctimas, una mujer dominicana de nombre Jenny que acabó prostituyéndose para poder dar un tratamiento a su hijo enfermo. Ese ocupar el lugar de las víctimas, dejar de ser ese hombre sin escrúpulos para convertirse en esa mujer vulnerable, sentir cómo la figura de prestigio social se transforma en un juguete roto, sexualmente desviado, es todo un acierto. Podemos coincidir que el texto ganaría si en vez de nombrar tantos objetos de lencería y de detallar todos los cambios eróticos, los sugiriera, pero Alvear levanta un poema intenso, donde a golpe de dolor y de empatía, de asombro ante lo desconocido y de crítica ante nuestros valores morales y sociales, describe no una caída sino una redención.
A destacar el trabajo interpretativo de Chema Ruiz porque literalmente se echa la obra a la espalda y la convierte en algo brillante y, en algún punto, sobrecogedor. Sabe jugar con lo trágico y lo humorístico, irse transformando delante de nosotros en ese drama de personas y de máscaras, hacernos llegar con el trabajo de sus gestos, de sus manos y de su voz ese choque frontal de sensibilidades y darnos cuenta de ese abrazo final por el que llegan a comprenderse. Él solo, con una butaca de despacho, es capaz de dar cuerpo a un mundo y hacerlo de forma soberbia. ‘Paraíso’ es un montaje para pensar sobre los fantasmas que llevamos dentro, sobre los fantasmas que proyectamos. Una obra luminosa donde no falta el terror, una buena obra.