ABC (1ª Edición)

Chillida y Balenciaga: cuando el escultor del aire encontró al arquitecto del tejido

▶ El Museo Balenciaga de Guetaria relaciona en una muestra esculturas y grabados con piezas de alta costura

- TERESA ITURRALDE

Eduardo Chillida (San Sebastián, 19242002) se encontró con Cristóbal Balenciaga (Guetaria, 1895-Valencia, 1972) en el tiempo, el espacio y la creación. Aunque les separan 30 años, la admiración de uno por el otro es histórica y la envergadur­a de su conexión es tan gigantesca como la escultura de acero que erigió el artista en homenaje al ‘couturier’. La obra, de dos metros y medio de altura y cuatro toneladas y media de peso, fue realizada en 1990 y ahora ha viajado desde el Museo Chillida Leku hasta Guetaria para ser el eje central de una exposición en la que el legado de estos dos gigantes guipuzcoan­os se encuentra para dar testimonio de la complicida­d artística y vital de ambos.

Una filosofía común bajo el título ‘Chillida/Balenciaga. Plegar la forma’ que se manifiesta a través de cuarenta obras firmadas por ambos creadores: 27 del artista y 15 del ‘couturier’: «Queríamos rendir homenaje a Eduardo Chillida en el centenario de su nacimiento, porque no sólo hizo el logo de la Fundación Cristóbal Balenciaga, sino que también fue uno de sus patronos, representa­do por su hijo; protagoniz­ó la portada del catálogo del año 87, hizo la escultura…», cuenta a ABC Igor Uria, comisario de la muestra, director de coleccione­s del Museo Balenciaga y de la Fundación Cristóbal Balenciaga.

‘Homenajear a quien homenajeó’. Esa es la máxima del Museo Balenciaga de Guetaria que se manifiesta a través de las obras como uno de los encuentros artísticos más sorprenden­tes y emotivos entre el que fuera escultor del aire y el del tejido. «Uno de los nexos imprescind­ibles entre ambos es la construcci­ón y también la poesía, la forma de hacer y el material a emplear», explica Uria.

El título de la muestra hace alusión a este escrito de Eduardo Chillida: «¿Qué son los pliegues? Quizá la forma en que un tejido manifiesta sus cualidades. La forma en que acoge la luz y la gravedad, la forma en que se adapta a aquello que cubre. Si cubre un brazo produce pliegues que son consecuenc­ia de los movimiento­s de la estructura del brazo. Esos pliegues no son nunca iguales porque los movimiento­s de la vida tampoco lo son. Esta riqueza de respuestas pudiera ser uno de los atractivos que los pliegues tienen para un artista».

Los vestidos y accesorios de alta costura de Cristóbal Balenciaga se fusionan de manera asombrosa con las esculturas y grabados de Eduardo Chillida. Una sinfonía de piezas en claroscuro, construida­s con materiales nobles, aires brutalista­s y de factura refinada y rigurosa. La exhibición destila una orgullosa sobriedad vasca, pero también honestidad, discreción, armonía, proporción y una búsqueda de la belleza incansable, cualidades que marcaron la vida y el trabajo de ambos artistas.

Viaje de ida y vuelta

La conexión personal entre los dos la establecie­ron en la década de los 50 y 60 Juana Eguren, abuela materna de Eduardo Chillida y mecenas de Balenciaga; Pilar Belzunce, esposa del artista y clienta del ‘couturier’, y los Maeght, matrimonio de galeristas parisinos con los que ambos entablaron amistad.

Pero es alucinante también la idéntica carga ética; era tan fuerte que, según cuenta Uria y gracias al testimonio de Pilar Belzunce, el de Guetaria nunca adquirió una obra del de San Sebastián: «Por pudor, porque en los años 60 Eduardo estaba haciendo esculturas de gran formato, como las puertas de la Basílica de Aránzazu, por ejemplo, y Cristóbal las considerab­a piezas gigantes y públicas, no aptas para tener en su casa».

Merece una mención especial el tratamient­o del volumen de los dos artistas: el ‘couturier’ esculpía diseños que se alejaban de la silueta y Chillida tallaba el vacío en el espacio. «Sin embargo, también lo llenaba y mientras Balenciaga pensaba en una escultura textil, tenía en cuenta que se fundamenta­ba sobre un soporte: el cuerpo de la mujer, gravitacio­nes y siluetas abstractas que tienen muchos reflejos en la obra de Chillida», reflexiona Uria. Lo que desde Chillida Leku han denominado ‘casas-vestidos versus esculturas-lugares’.

La obra más antigua de Chillida, en relación con este homenaje, correspond­e a las obras gravitació­n y serigrafía de 1987, realizadas con motivo de la exposición retrospect­iva dedicada al ‘couturier’ aquel año en el Palacio de Miramar de San Sebastián. La de acero, forjada en los hornos de Patricio Echeverría en Legazpi, llegaría tres años

Aunque les separan 30 años, la admiración de uno por el otro es histórica y la envergadur­a de su conexión es gigantesca

después y tres décadas más tarde, es decir, hoy, visita el Museo Balenciaga al abrigo de la mejor alta costura firmada por el más grande de la aguja, o como Christian Dior expresó: «Balenciaga es el maestro de todos nosotros».

Desde fuera puede parecer que la mayor dificultad para organizar esta exposición era poner de acuerdo a la Fundación Eduardo Chillida Pilar Belzunce, Chillida Leku, la Sucesión Eduardo Chillida, e incluso conseguir la cesión de obras de coleccione­s privadas o selecciona­r y relacionar la alta costura con ellas, pero «ha sido maravillos­o», admite Uria, quien entre risas confiesa que «lo más complicado ha sido introducir en el museo la escultura ‘Homenaje a Balenciaga’, de cuatro toneladas y medio de peso».

La exposición cosechará mucho éxito entre el público experto y profano, pero ya ha tenido muy buena respuesta por parte de los implicados. «Se ha conseguido una nueva mirada a la obra de Chillida, reforzada por la unión y la amistad de los dos, incluso la familia nos dio la enhorabuen­a y nos trasladó su agradecimi­ento. El resto de cuestiones son fruto del estudio y la investigac­ión», concluye Uria: «Bueno, que nos dejen la escultura desde Chillida Leku hasta enero de 2025 es también todo un logro».

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// EFE / JAVIER ETXEZARRET­A Conjunto de piqué en algodón con estampado lineal negro (1966), de Cristóbal Balenciaga. ‘Cemento incrustaci­ón plomo’ (1956) y ‘Papel tinta’ (1958), de Eduardo Chillida
 ?? // EFE ?? Abrigo reversible de cóctel en shantung negro y marfil (1959), de Balenciaga. ‘Óxido G-145. Tierra chamota, óxido de cobre’ (1989), de Eduardo Chillida
// EFE Abrigo reversible de cóctel en shantung negro y marfil (1959), de Balenciaga. ‘Óxido G-145. Tierra chamota, óxido de cobre’ (1989), de Eduardo Chillida

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