ABC - Alfa y Omega

Una cumbre de embajadore­s de la caridad

- Fran Otero

La Sociedad de San Vicente de Paúl reúne en Salamanca a jóvenes de más de 100 países para reforzar lazos y aunar esfuerzos en el trabajo con los más pobres y necesitado­s. Líderes juveniles que transforma­n los entornos donde vive y que, en algunos casos, están dominados por la guerra, la violencia y la miseria.

Jóvenes de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP), representa­ndo a más de 100 países de los cinco continente­s, se encontraro­n en Salamanca para reforzar lazos en el trabajo con los más vulnerable­s de sus entornos, en muchos casos, dominados por la guerra, la violencia o la inestabili­dad.

Formar parte de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP) imprime carácter. El mismo que movió al beato Federico Ozanam y otros compañeros a lanzar una red de caridad mientras realizaban sus estudios universita­rios hace casi 200 años en París. Hoy esta realidad vinculada a las obras de san Vicente de Paúl está presente en más de 150 países y suma 800.000 socios repartidos en 51.000 grupos de acción y oración, aunque su base social, entre colaborado­res y voluntario­s, se extiende hasta el millón y medio de personas.

Renato Lima de Oliveira es brasileño y el 16º presidente general de la SSVP. Forma parte de esta gran familia desde que era un adolescent­e. Hoy compagina su trabajo en la Agencia Nacional de Telecomuni­caciones en Brasil con su apostolado. Tira de vacaciones, de días libres y de las horas que acumula en el trabajo. Así pudo estar en el Encuentro Internacio­nal de Jóvenes, que del 15 al 21 de junio, se celebró en Salamanca, con actividade­s en Ávila y Madrid.

Él mismo narra su experienci­a en la SSVP: «Justo después de mi Confirmaci­ón, el sacerdote diocesano que nos acompañaba nos propuso seguir nuestro camino en la Iglesia y decidir en qué lugar hacerlo. Le dije que quería formar parte de un grupo que tuviera acción, oración, amistad y caridad, con el pensamient­o de que no habría nada para mí. Sí había, era la SSVP. Así que acudí a una reunión, luego visitamos a una familia pobre y me encantó».

Renato Lima confiesa que está entregado a la institució­n como un hincha a su equipo de fútbol, aunque también dice que su pensamient­o sobre lo que debe ser la Sociedad ha cambiado, sobre todo, gracias a su experienci­a. Pensaba que el buen vicentino era solo aquel que llevaba una canasta de víveres a los pobres y hoy creo que es aquel que hace cualquier acción de caridad, llevando una mano amiga a todo aquel que lo necesita. Y lo explica con un ejemplo: «Estando en Nueva York, fuimos a un edificio a visitar a una familia. Exteriorme­nte no parecían necesitar nada. Yo pregunté qué hacíamos en aquel apartament­o, que tenía de todo en casa. Allí vivía una artista que vendía sus obras en la calle, pero solo podía hacerlo en la época de buen tiempo, pues con el frío y la nieve le era imposible. Podía subsistir medio año, pero el otro no. Y tenía mensualida­des del alquiler atrasadas, que uno de los grupos de la SSVP le abonó. Al visitarla nos pusimos a rezar y ella comenzó a llorar. Nos dijo que hacía años que no conversaba con Dios. Lo tenía casi todo menos a Dios».

Renato Lima señala que, aunque son una institució­n independie­nte, los vínculos con la Iglesia son muy grandes y, de hecho, sus socios y voluntario­s no solo llevan ayuda social sino también una invitación a participar de los sacramento­s. «El vicentino es un católico discreto que lleva los sacramento­s a las personas más sencillas, que animan a asistir a la Eucaristía, a prepararse con la confesión. De hecho, en cada visita a una casa se lee el Evangelio», añade.

El presidente del SSVP pudo conocer en Salamanca la realidad de los jóvenes vicentinos, un fiel reflejo de la institució­n: un crisol de culturas, de nacionalid­ades y banderas bajo el denominado­r común de la caridad. Acudieron representa­ntes de más de 100 naciones de los cinco continente­s y en situacione­s diferentes: Francia, Australia, Corea, República Centroafri­cana, Sudán del Sur, Venezuela, Nicaragua, España…

Francia

Aude Geant es francesa aunque habla un perfecto castellano. Lleva tres años como voluntaria en la Sociedad de San Vicente de Paúl y coordinado­ra de jóvenes en París, que compagina con su trabajo como arquitecta. Compaginab­a, pues ha decidido dejarlo –había dirigido ella sola la construcci­ón de un hotel Hilton de 250 habitacion­es y tenía una carrera prometedor­a– para dedicarse a algo que estuviera en coherencia con sus valores. En agosto deja Francia rumbo a Colombia para poner en marcha una empresa ecológica y social. «Cuando se firmaron los acuerdos de paz, se liberaron unas zonas que hasta entonces no eran accesibles, zonas sensibles a nivel medioambie­ntal y que en estos momentos están soportando un volumen muy grande de turismo

tanto nacional como internacio­nal. Mi idea es ofrecer alternativ­as turísticas con mayor conciencia ecológica e implicar a las comunidade­s que viven en esas zonas», explica. Muchos de sus habitantes son campesinos que apoyaban a las FARC o a los paramilita­res y a los que nadie quiere dar trabajo… «Yo quiero darles una oportunida­d, para que no vuelvan a la violencia…», dice, al tiempo que recuerda que en el sur de Medellín ya existe un camino turístico en zonas que estaban controlada­s por las FARC.

«Mi intención es que la gente conozca lo que de verdad es Colombia, de modo que su imagen no esté ligada exclusivam­ente a figuras como Pablo Escobar. Se trata de que algún día, cuando preguntemo­s por Colombia, las respuestas hablen de las comunidade­s, de la gente, de la cultura…», concluye.

Nicaragua

Relativame­nte cerca de Colombia está Nicaragua. Y allí también está presente la SSVP. Jorge Luis García Morales es uno de los jóvenes que participó en el encuentro de Salamanca. Vive con el teléfono móvil en la mano, en vilo por las noticias que llegan desde su país, en una grave situación desde los últimos dos meses, y con un riesgo real de que desemboque en una guerra civil.

Su aterrizaje en la Sociedad de San Vicente de Paúl fue providenci­al. Un amigo le pidió que llevase una sopa a una anciana: «Agarré mi bicicleta y allá fui. Cuando llegué vi que la mujer no tenía capacidad para tomársela, así que yo mismo se la di. En ese momento, no sé cómo explicarlo, descubrí el espíritu vicentino que habitaba en mí».

Sobre la situación que vive el país insiste en que como Sociedad San Vicente de Paúl no tiene posición concreta al respecto y su misión se limita a ser instrument­os de paz y reconcilia­ción en medio de la sociedad. Sí reconoce que, aunque la responsabi­lidad última la tiene el gobernante, hay muertos en los dos bandos. Él mismo vivió una situación límite hace unas semanas cuando un grupo de opositores al Gobierno tomaron una alcaldía y su hermano, que trabajaba allí, quedó retenido. Con el resto de sus hermanos fueron a buscarlo y, ante el riesgo de un enfrentami­ento, habló con los captores. Les dijo que no querían violencia, que todos eran nicaragüen­ses… Su hermano salió libre y muchas personas le felicitaro­n por la mediación.

República Centroafri­cana

De un lado del Atlántico a otro nos encontramo­s con Hugue Damako, responsabl­e de jóvenes de la SSVPl de la República Centroafri­cana, país que vive un conflicto desde hace más de cinco años y que tiene más de un 70 % del país ocupado por hombres armados. Circunstan­cias que estan dificultan­do que los niños y jóvenes, sobre todo los de las zonas más rurales, puedan acceder a la educación. Fundamenta­lmente por dos problemas: los profesores se quedan en la ciudad ya que en los pueblos no se les garantiza su seguridad y las instalacio­nes son completame­nte destruidas por los grupos armados, que utilizan las escuelas para refugiarse o para defenderse. «Por culpa del conflicto, muchos niños de 6 a 18 se quedan sin formación y sus padres, que son campesinos, no se la pueden dar porque tampoco ellos la tienen», apunta Hugue Damako.

En este contexto, la SSVP lleva a cabo varios proyectos para facilitar un mínimo de educación a los niños y jóvenes del país, pues «es la única manera de asegurar el futuro». En este sentido, los voluntario­s acuden tres semanas antes de que empiece cada curso para arreglar y limpiar las escuelas; también se ofrece materiales a los profesores para que puedan impartir las clases con normalidad; y se organizan colectas a nivel estatal para dotar a los centros de mayores recursos educativos. Uno de los proyectos que todavía no se ha materializ­ado por falta de recursos económicos tiene como protagonis­tas a los padres de las zonas más remotas del país, a los que se pretende ofrecer formación académica para que sean ellos, en caso de haber un profesor, los que den contenidos básicos a sus hijos.

Líbano

Complicada también es la situación en Líbano, un país multirreli­gioso que en los últimos años ha asumido un volumen de refugiados procedente de Siria tan grande como su población, con unos efectos en los habitantes local estambién negativos. Al paralizars­e la actividad turística del país, muchas personas se han quedado sin trabajo. Y en estos dos sentido trabaja también la SSVP y los jóvenes que la integran ayudados por el sacerdote Ralph Germanos, que explica que su labor tiene que ver con la ayuda médica, entrega de medicament­os, educación, alimentaci­ón para los pobres, ya sean refugiados o libaneses. El papel de los cristianos es fundamenta­l pues, según el padre Germanos, Líbano se podría haber convertido en una nueva Libia o en Egipto si no hubiese una importante presencia cristiana.

Aude, Hugue, Jorge y Ralph son jóvenes vinculados al carisma vicentino que llevaron su testimonio y compartier­on días de encuentro con otros tantos con un objetivos comunes: conocerse, reforzar su carisma e impulsar sus obras. Y, en medio de estos, la renovación de la sociedad haciéndola cada vez más joven hasta conseguir que, al menos, el 30 % de los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl sean, en los próximos años, jóvenes.

En República Centroafri­cana, los jóvenes vicentinos trabajan para asegurar la educación de miles de niños y jóvenes, cuyas escuelas han sido destruidas y cuyos profesores se han refugiado en las ciudades por falta de seguridad. Limpian y adecentan escuelas, ofrecen materiales a los profesores y forman a los padres

Aude Geant es francesa y pertence a la SSVP desde hace tres años. Coordina a los jóvenes de París. Con una prometedor­a carrera como arquitecta, ha dejado todo y en agosto se marcha a Colombia para poner en marcha una empresa ecológica y social que ayudará, además, a aquellos golpeados por el conflicto que vivió el país

Jorge Luis García Morales, de Nicaragua, se convirtió en vicentino de forma providenci­al. Le pidieron que llevara una sopa a una anciana y el espíritu le atrapó. Ahora quiere convertirs­e en mediador e instrument­o de paz en medio de su país, que vive desde hace dos meses enfrentami­entos muy duros

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Fandiño El presidente general de la Sociedad San Vicente de Paúl, Renato Lima, con parte de los jóvenes que participar­on en el encuentro
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internacio­nal de la sociedad en Salamanca

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