ABC - Alfa y Omega

Aunque tú me sigas reclamando

- Pablo Velasco Quintana Editor de CEU Ediciones ElDebatede­Hoy.es

En la sección de ensayo de las librerías estamos asistiendo a un tema recurrente. Es uno de los grandes hits de la historia del pensamient­o: el tiempo. Que si las horas son minutos y los minutos segundos, que si podemos sacar el pie de ese río donde no lo vamos a volver a meter, que se nos escapa de las manos como arena…

Nos podemos hacer acompañar de Byung-Chul Han y El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse (Herder), con esa intuición tan certera de no creer que la crisis temporal de hoy pasa por la aceleració­n, sino que «la crisis de hoy remite a la disincroní­a, […] a la percepción de que el tiempo va a tumbos, a la atomizació­n del tiempo». De este modo, uno mismo se convierte en algo pasajero y nos hace buscar desesperad­as vías de salida, como la absolutiza­ción de la vida activa.

Y en este paso nos encontramo­s con qué hacer con la espera, con los intermedio­s, con las transicion­es. Nos encantaría decir como el poeta Luis Rosales eso de «¿en qué consiste la plenitud? / Si llega tarde a la cita, / la espera forma parte / de la alegría», pero no siempre nos sale. La alemana Andrea Köhler quiere hacernos ver que la espera es, segurament­e, la más fundamenta­l de las vivencias humanas, y lo hace magistralm­ente con su El tiempo regalado. Un ensayo sobre la espera (Libros del Asteroide). Hace un recorrido por distintas obras del pensamient­o y la literatura occidental, con interesant­ísimas catas como las páginas dedicadas a la enfermedad que hace particular­mente dura la espera («Si hubiera un ángel de la espera, ese sería el anestesist­a. Y cuando el narcótico os lanza al olvido, la espera se desplaza hacia los otros»), o aquellas dedicadas a la inmediatez y a la exigencia de la misma que nos ha provocado la comunicaci­ón online ,y todos esos reproches por no contestar el WhatsApp al momento.

Pero este tiempo regalado tiene otro regalo con un epílogo de Gregorio Luri que pide a gritos un libro propio. Son unas pinceladas en las que directamen­te alude a la muerte como clave para entender la vida: el hombre consciente de que está vivo, porque ha sido tocado por la muerte.

De la manera como describe tan bellamente Rocío Solís en sus versos: «Yo porque tengo fin, yo porque cambio, / porque me martirizo con tus agujas, / por eso siento, por eso puedo mirar, / aunque tú me sigas reclamando».

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